OPINIÓN

Tengo náuseas

Santiago Fiol | Martes 21 de enero de 2020
Quizás porque soy padre se me encoje el estómago cuando voy a escribir sobre este tema; probablemente ningún pleito me ha marcado tanto humanamente como ese, en el turno de oficio, hará veinte años, en el que tuve que defender un violador de menores. Niños de muy poca edad explicaban lo que les había y dejado de hacer su tío. Los Psiquiatras explicaron que el acusado debió sufrir en su infancia abusos, y que en un comportamiento atávico, formaban parte de su normalidad. Me prometí que jamás llevaría asuntos como ese.

Veinte años después me encuentro con que es noticia el tema de abusos a menores y se despacha, en mi opinión, por la Consellera del ramo y las autoridades del Consell con una ligereza inaudita. Estamos ante el problema más grave que ha tenido y tiene este pequeño país, mucho peor que la corrupción pero menos sabroso para los políticos de la izquierda pues son ellos los responsables de la barbaridad a la que aludo.

En la época que se investigaba la corrupción los actual gobernantes desplegaron una vehemencia, una violencia verbal, incluso una rabia que hoy no se ve por ningún lado, casi lo justifican. Hoy el que tiene rabia soy yo. Un niño no se toca. En la corrupción hablábamos de dinero, hoy hablamos de vidas humanas y oportunidades de vida, es el más grave problema que hemos tenido.

Cuando una familia con hijos fracasa en su educación, por el motivo que sea, se otorga la custodia de ese menor al IMAS, el Consell pasa a ser el padre/madre de ese menor y eso tiene mucho sentido pues la idea es que ese menor que procede de una familia desestructurada tenga una posibilidad de convertirse en un adulto de provecho. Si eso no ocurre es un problema de toda la sociedad y es toda la sociedad quienes hemos fracasado.

No quiero pensar cómo se siente una menor violada ni su familia pero aceptamos casi con normalidad que eso ocurra en menores tutelados por el Consell o en menores delincuentes del Pinaret, el resto de sociedad bien estante lo ve desde una cierta distancia, como si realmente no va con nosotros, pues está ocurriendo en nuestra misma sociedad. Se cruzan líneas sagradas por algún cuidador y simplemente se le despide cuando realmente se está cometiendo un delito, la superioridad lo encubre y mira para otro lado quizás por algo tan ínfimo como proteger una carrera política.

Tengo la impresión de que las autoridades que están al mando de los servicios sociales no son conscientes de lo que les hemos encomendado, lo más valioso de nuestro pequeño país, nuestros menores que lo necesitan; al hacer la dejadez de funciones que estamos viendo no sólo les niegan esa oportunidad a la que tienen derecho, sino que les condenan a toda una vida de marginalidad, prostitución y delincuencia, esa es la gravedad del problema.

Si los responsables de esas áreas no se ven con ánimo o fuerza para arremangarse y afrontar el problema como merece que se vayan, que vengan otros que sean capaces de conseguir más recursos y mejores instalaciones, personal más motivado y que el objetivo sea el cuidado de esos menores. Gasten dinero, nuestro dinero, en eso y no en campañas demenciales o dietas injustificables. Ayuden a los que de verdad lo necesitan. Hoy no puedo desearles un buen día, tengo nauseas por lo que veo.

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