Hace algunas semanas supimos que casi 4.000 aspirantes a Policía Nacional fueron excluidos de las oposiciones a las que se habían presentado 16.000 ciudadanos por cometer faltas de ortografía en uno de los ejercicios del proceso selectivo. Meses antes, más de 10.000 opositores a la Guardia Civil corrieron la misma suerte. Se trató del 43% de 27.000 aspirantes. Una auténtica escabechina, aún más llamativa por cuanto todos los interesados conocían la prueba eliminatoria de ortografía y, por tanto, debieron llevarla preparada si no querían catear. Pero ni por esas.
Recuerdo que en los últimos cursos de EGB, en mi colegio, el Sagrat Cor de Palma (concertado, cómo no), si cometías tres faltas ortográficas en cualquier examen, automáticamente el profesor dejaba de corregir y te ponía un cero. A pelo y sin anestesia. De tal modo que cuando a la siguiente clase se leían las notas en voz alta, aquellos que tenían un cero era por superar las faltas permitidas y no por escasez de conocimientos, que por poco que supieras, un uno o un dos te caía. Así pues, si querías aprobar el curso no te quedaba más remedio que escribir correctamente.
Años más tarde, siendo secretario general de AUGC, le pedí al responsable de prensa de la asociación profesional de guardias civiles que procurara no hacer faltas cuando redactara los comunicados de prensa. Él me replicó que no me preocupara tanto porque total, solo las veía yo. Irrefutable. Lástima que acabase siendo diputado de Podemos por Cádiz, aunque por fortuna en las últimas elecciones generales no resultó elegido.
Este viernes pasado, el senador autonómico Vicenç Vidal compartió en Twitter tres preguntas escritas presentadas en el Senado relativas a Ibiza. Con profusión de faltas de ortografía, presumo que por una traducción literal del catalán al castellano, lo que no es excusa. Un cero patatero se hubiese llevado en el Sagrat Cor.
Estamos ante una auténtica plaga que será complicado revertir porque ahora incluso los titulados universitarios consiguen su diploma pese a destrozar la lengua castellana, con faltas de ortografía que yo no podía hacer si quería estudiar bachillerato. Y resulta irónico que a alguien se le impida ser funcionario público si comete faltas y sin embargo, pueda representar a la ciudadanía como diputado o senador. Así nos va, con una legión de analfabetos funcionales decidiendo por nosotros.