EDITORIAL

Niños, pornografía y violencia

Miércoles 27 de noviembre de 2019

El fácil acceso que tienen niños y adolescentes a la pornografía ha despertado la voz de alarma entre psicólogos, pedagogos y sexólogos. La opinión generalizada de los expertos es que los contenidos de este tipo que consumen los más jóvenes a través de ordenadores, tabletas o móviles sirven para reproducir conductas en las que se cosifica a la mujer y pueden llevar a que consideren normales comportamientos que acaban en agresiones.

Un reciente estudio de la UIB señala que el 65 por ciento de los jóvenes baleares de entre 16 y 29 años consume pornografía habitualmente. Ellos, en torno a un 80 por ciento de los encuestados y ellas sobre un 50 por ciento. El Anuario de la Juventud 2018, por su parte, alerta que el 65,8 por ciento de los jóvenes que ven porno no tienen más de 16 años y que la edad más temprana a la que empiezan a mirar este tipo de contenidos audiovisuales son los ocho años. En el apartado de estadísticas también destaca que el 70 por ciento de los encuestados en el citado rango de edad han resuelto sus dudas sexuales con internet o los amigos.

Preguntados sobre las consecuencias de mirar pornografía, el 24 por ciento de los adolescentes y jóvenes encuestados considera que no cree que tenga ningún efecto negativo. Los expertos, en cambio, advierten que los adolescentes que consumen pornografía de contenido sexual violento "tienen significativamente más probabilidades de vincularse a agresiones sexuales".

Los datos son dignos de ser tenidos en cuenta y, aunque el acceso a la pornografía es inevitable, sí conviene hacer hincapié en la necesidad de prevenir futuras actitudes agresivas mediante una mayor información sexual y afectiva en el seno de las familias y en las aulas.

Se trata de ir a uno de los orígenes del problema. No basta con levantar la voz de protesta y salir a la calle cuando se producen episodios protagonizados por "manadas" o cuando una mujer es asesinada a manos de su pareja o ex pareja. Se trata de educar en una sexualidad sana y que respete las relaciones interpersonales desde las edades más tempranas. Una realidad que no tiene nada que ver con la ficción que muestra la pornografía, cuyo ejemplo no contribuye a frenar una estadística cada vez más preocupante.

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