OPINIÓN

Hemos perdido la paz

Francisco Gilet | Miércoles 30 de octubre de 2019

Los españoles, como nación, hemos perdido la paz, nacida de la Transición. Y nos estamos ganando la ruptura, es decir, el retorno al 36. Pero no al 18 de julio, sino a los 16 y 23 de febrero y las terceras elecciones generales, y últimas, de la Segunda República Española. Unas elecciones que dieron una mayoría parlamentaria a la coalición de izquierdas denominada Frente Popular (Frente de Izquierdas en Cataluña), que, con más del 60 % de los diputados electos, agrupaba a Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Izquierda Republicana (IR), Unión Republicana (UR), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Partido Comunista de España (PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Partido Sindicalista y otros. En tal punto histórico nos está colocando el partido socialista comandada por Pedro Sánchez. Escasa diferencia hay con la composición de ese Frente y el surgido de la moción de censura planificada por Iván Redondo, con derrota estrepitosa de la estrategia de Rajoy y su vicepresidenta.
Aunque algún comentario ya alude a la intención de minar las bases por las cuales nos dimos la paz en el 78, el levantando de losas, el escarbar cunetas, son gestos que llevan implícita una descalificación al actual sistema, para retornar a una exaltada legitimidad republicana, derrumbada por la rebelión de Franco y varios millones de españoles. Ya no se trata solamente de insistir en ls ilegalidad de la declaración de guerra, sino en izar la legitimidad de la república, como única verdad irremplazable. Todo lo que no se ajuste a tal pensamiento, es impuro, es execrable y, por lo tanto, revocable. La exhumación de Franco, con el beneplácito de una sentencia difícilmente entendible, es el primer síntoma de que caminamos hacia la repetición de nuestro pasado. A tal fin, la revisión de la historia, ya la inició el nefasto ZP, muñidor de todo dictador comunista que se ponga a su alcance., Los dos bandos se han convertido en uno solo, el republicano. El otro, con millones de españoles a su vera, es abominable históricamente. No merece ningún respeto ni recuerdo ni dignidad. Ellos se levantaron contra un orden que, ni tan siquiera, fue capaz de publicar los resultados electorales de febrero del 36, por la sencilla razón de que no había alcanzado el 50 % necesario para formar gobierno. Si el presidente del ejecutivo Giral, no dimite, Azaña no hubiese sido nombrado tal por Alcalá Zamora.

Esta parte de la historia y todo el devenir posterior es el que ya no existe para el socialismo actual. Felipe, Guerra, Suresnes, cargaron con él, en silencio, pero no escarbaron en esos nefastos instantes en los cuales, socialistas, comunistas, marxistas, anarquistas, estalinistas, se apropiaron de una nación para moldearla al interés de otra, la URSS. Lamentablemente, para el socialista español actual, un gran historiador británico Burnett Bolloten puso negro sobre blanco la realidad histórica de ese socialismo que presume de democracia, cuando, con todo descaro, esconde su historia, por nefasta.
Y si todo ello es grave, peor se puede entrever el futuro si contemplamos como Casado, aconsejado por su Iván correspondiente, ha decidido ponerse de perfil. Seguramente en cuanto a la exhumación de Franco, pudiera considerarse lo adecuado, mas no en cuanto a la parafernalia, a la mentira y al engaño que la han acompañado. Ni discreta, ni trasparente ni intima. Era, sigue siendo el momento de recordarle las palabras y promesas de la futura vecina de Franco, Carmen Calvo ― según TVE ―, y devolvérselas con un sonsonete; ¡mentira! Había presencia de televisiones y periódicos hasta de Rusia, Brasil, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Turquía, Irán.

Franco murió cuando Sánchez tenía 3 años y ahora se presenta como salvador de la democracia, sacando momias y colocando flores a doce mujeres de las JSU. Hay que echarle coraje, Casado, y no callar ante la apropiación de todo el entramado y estructura del Estado en favor de una candidatura. El silencio, el apocamiento, no es sino una repetición de la CEDA de Gil Robles, mientras un remedo de Prieto se pasea por toda España, abriendo heridas y provocando otras a su conveniencia. No denunciar tales abusos, ponerse de perfil, es tan lamentable como indigno. Ese silencio no es sino el reconocimiento de que España está dividida en buenos y malos. Contemplar impasible como un candidato explota muertos, colocando rosas sobre sepulturas de integrantes de las JSU, sin recordarle que esa organización juvenil tenía a su “cuidado”, las checas madrileñas de Mendizábal, 24, la de la calle Raimundo Lulio, la de Santa Isabel, 46, la del Convento de las Pastoras de Chamartín y la de la calle Granada, 4, estando a las órdenes de don Santiago Carrillo, durante cierto tiempo, no es prudencia, es apocamiento. Carrillo sí tuvo la decencia de aceptar la reforma de “la ley por la ley” y no la ruptura como ahora pretende el socialismo de Sánchez.

Es la remoción de la actual Constitución con todas sus consecuencias. Vamos camino de ella, para rencontrarnos con otro Largo Caballero, otro Prieto, otro Negrín, otro Gil Robles. Otra vez las dos Españas, otra vez la desunión y el desgobierno; ahí está Cataluña como ejemplo. Y otra vez, Azaña con “el odio destilado lentamente, odio de los soberbios, odio de las ideologías contrapuestas, pretendiendo justificar el fanatismo y la intolerancia. Y miedo a ser devorado por el adversario”.


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