Baleares produce cada año 763 kilos de residuos por habitante. De esta cifra, la mayor parte, 629 kilos, van a parar al grupo de residuos "rechazados", por lo que no entran en posteriores circuitos de reciclaje. Son datos recogidos en el último informe de la organización Residuos Cero, que sitúa nuestra comunidad a la cabeza de las que generan mayor cantidad de residuos por habitante en España.
En la estadística, tiene un impacto indudable la población flotante de turistas que soporta cada año nuestra comunidad. De todas formas, obviando este dato, el cálculo sólo rebaja la cifra hasta los 573 kilos por habitante y año, lo que sigue siendo un dato importante.
No dejan de sorprender estos datos en un momento en que se ha avanzado notablemente en el tratamiento de los residuos, en la normativa que regula su gestión -desde el hogar mismo hasta las plantas de tratamiento- y, muy especialmente, cuando la sociedad parece haber alcanzado un nivel de mentalización acorde con una nueva sensibilidad medioambiental. Las empresas se vuelcan en establecer pautas de economía circular, reducción a cero de plásticos de un solo uso, a la vez que proliferan las acciones de limpieza de espacios naturales que, eventualmente, llevan a cabo asociaciones o grupos de ciudadanos.
A la luz de los datos publicados, todos estos esfuerzos parecen poco y cabe plantear si no habrá que actuar en otra dirección. En este sentido, los expertos insisten, por una parte, en no centrar toda la culpa de la situación en la actuación particular de cada ciudadano -aunque siguen apelando a la responsabilidad de los pequeños gestos cotidianos para generar menos basura-; y, por otra, en ayudar a los fabricantes para que desarrollen productos diseñados con el fin de que puedan ser reutilizados o, directamente, reciclados.
Todo ello implica un cambio de mentalidad pero, sobre todo, de procesos y de maneras de actuar; un cambio que probablemente haga cambiar también la forma de entender el consumo y sus consecuencias.