OPINIÓN

Ecotasa para los hoteleros

José A. García Bustos | Sábado 12 de octubre de 2019

Quién nos iba a decir que un gobierno, progresista para más señas, quería premiar a los hoteleros, con aquel impuesto que rechazaban por restarle competitividad.

En otras palabras, un dinero que ya han pagado los turistas de su bolsillo para compensar por su “huella” en el territorio, el gobierno, progresista insisto, pretendía no destinarlo al medioambiente sino devolverlo a los hoteleros. Suena gracioso, ¿no?

Pues casi lo vemos. Que no se haya consumado este patinazo se lo debemos, sobre todo, a la oposición frontal de Més per Mallorca.

El despropósito era mayúsculo. No se sostenía ninguna de las respuestas a las 6 preguntas “Wh”, más la “H”, que deberían tenerse claras antes de tomar cualquier decisión: Qué (what), Quién (who), Cuándo (when), Dónde (where), Por quién o a quién (whom) y Por qué (why). Pero sobre todo falló en la “H”, el Cómo (How).

El Govern pretendía ayudar por un hecho habitual en cualquier sector, no solo el turístico, como es la expulsión del tablero de un agente que se había vuelto poco competitivo (“Qué”); la medida la anunció la Presidenta del Govern y su Conseller de Turismo (“Quién”); se tomó la decisión de manera precipitada buscando un titular (“Cuándo”); se anunció a bombo y platillo en rueda de prensa (“Dónde”); se pensaba acudir al rescate de solo a una parte de los damnificados (“A quién”) y se hizo por un daño que existe pero es limitado, puesto que son pocos los hoteles totalmente expuestos a Thomas Cook y el hecho se ha producido a final de temporada, tras años de bonanza para los hoteleros (“Por qué”). Pero es que, además, el hueco que deje Thomas Cook lo ocuparán otros agentes porque el año que viene seguirán viniendo turistas. Al haber demanda, la oferta se expandirá y ocupará el vacío.

Pero se ha fallado, sobre todo, en el “Cómo”, articulando la ayuda a través del impuesto de turismo sostenible, finalista destinado al medioambiente.

La caída de Thomas Cook es el resultado de una mala gestión y, debido al tamaño y concentración que ostentaba el touroperador, los damnificados son muchos. Simplificar pensando que solo son los hoteleros los perjudicados y, por tanto, quienes deben ser compensados, es un razonamiento ingenuo. Algunos de los que sufrirán tras su caída son por los efectos directos y otros por los indirectos.

No nos olvidemos de los efectos indirectos. Arrastran incluso a ramas de actividad que aparentemente nada tienen que ver con la estancia en hoteles como, por ejemplo, la agricultura, la pesca, el transporte de pasajeros y el de mercancías, el suministro de luz y agua, los asesores fiscales o los agentes inmobiliarios.

A modo de ejemplo, en un reciente estudio sobre el impacto económico de un destino turístico maduro, como es la Playa de Palma, se calculó que los hoteles de la zona generaban riqueza, de manera indirecta, por valor de 23 millones de euros y 199 empleos al año. Es el efecto arrastre. Para su actividad, un hotel pone en marcha otras ramas de actividad. Necesita comprar patatas, naranjas para el zumo, pescado, material de limpieza, consumir electricidad y llamar a taxistas o alquilar un coche de alquiler para que sus clientes se desplacen donde quieran.

Pero además, al acabar la temporada, los hoteleros realizan inversiones para mantener o mejorar su planta. La inversión hotelera tiene un efecto arrastre brutal. En Playa de Palma, por cada millón de euros invertidos se generan 700.000 euros en otros sectores (un 70%). El hotel que contrata al arquitecto, al ingeniero, al constructor, al diseñador o encarga muebles para sus habitaciones, está poniendo en marcha otras ramas de actividad y nuevos empleos serán necesarios para satisfacer esa nueva demanda.

Si el Govern quiere ayudar a los damnificados debe pensar en toda la cadena de generación de riqueza, tanto de manera directa como indirecta, y no quedarse con la parte más visible.

En este caso, la improvisación ha hecho que se errase sobre todo en el “cómo” y en el “a quién”. Los errores se pagan, sobre todo si se persiste haciendo oídos sordos a los que dicen lo contrario y son socios de gobierno. En este caso, Més per Mallorca ha tenido que gritar fuerte para ser escuchado. Rectificar también tiene su mérito. Aunque sea a la fuerza y con la amenaza de plantarse.


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