Las empresas se parecen más a los animales de lo que pensamos. Ambos viven en ecosistemas en los que las reglas de la oferta y la demanda determinan la competencia, el equilibrio y, por tanto, la vida y la muerte. La cadena trófica es un ejemplo de oferta y demanda de alimento y de competencia para hacerse con él. Depredadores y presas desarrollan habilidades para conseguir su objetivo, consiguiendo un equilibrio en el ecosistema. Eso hasta que el hombre introduce una especie invasora o se inmiscuye y lo altera todo.
En el mundo animal, como en el empresarial, también rige el darwinismo, es decir, aquel principio que enuncia que no sobrevive el más fuerte, ni el más rápido sino el que mejor se adapta los cambios del entorno. Que se lo pregunten a los dinosaurios.
Tampoco sobrevive el primero en llegar. Esto lo hemos comprobado esta semana con Thomas Cook que fue el primero en comercializar la venta de paquetes turísticos pero no ha sobrevivido a la entrada de nuevos jugadores y nuevas formas de hacer las cosas. El avance de la venta de paquetes turísticos online y la aparición de compañías aéreas low cost han dado una estocada de muerte al gigante que ha mantenido una estructura de costes elevada, haciéndolo poco competitivo.
Pero estos nuevos agentes y esta nueva forma de comercializar existen desde hace años. Thomas Cook se ha mostrado lento, muy lento. No ha sabido reaccionar en un mundo en el que todo va, cada vez, más rápido. El más lento de la manada en movimiento es el primero en caer en las fauces de los depredadores.
Lo de que el primero no siempre es el que llega más lejos, también es aplicable dentro de la empresa. No siempre el empleado más antiguo es el que se merece subir ni asumir más responsabilidades aunque, no por obvio, resulta fácil de entender por parte de algunos. No siempre un buen número dos resulta ser un buen número uno cuando hay que cubrir su hueco.
La tecnología está cambiándolo todo. Y lo que te rondaré, morena. Pero la tecnología requiere, no solo adaptarse a los cambios que proyecta sobre las reglas del juego, como ha mostrado Thomas Cook, sino también un buen uso de la misma. El otro Cook nos lo enseña.
El máximo responsable de Apple, Tim Cook, al igual que hizo su antecesor, Steve Jobs o Bill Gates de Microsoft o Mark Zuckerberg de Facebook, limitan de manera exagerada la exposición de smartphones o plataformas que ellos mismos han diseñado y cuya venta les ha hecho millonarios, en la educación de sus hijos. La razón que argumentan es que lastra la creatividad de los pequeños y la comunicación interfamiliar. Las niñeras firman contratos en los que no pueden emplear teléfonos móviles o tablets delante de los pequeños. Parece ser que sus inventos son buenos para el resto del mundo y malo para los suyos. La tecnología, como la energía, hay que dominarla para darle un buen uso.
El mundo empresarial, cambia de manera abrupta cada vez que aparece un avance tecnológico disruptivo. Algunos están por explotar y, cuando lo hagan, lo revolucionarán todo: la tecnología blockchain, la impresión 3D, la nanotecnología, etc.
En un entorno cambiante, unas empresas nacen, otras crecen con velocidad, otras desaparecen, unas se comen a otras y otras nunca llegan a nacer. Como en el mundo animal.
Los cambios abruptos en el entorno animal no se producen con tanta celeridad aunque son más letales.
Animales y empresas tienen comportamientos similares. Los más hábiles sobreviven. Pero para conseguirlo hay que observar y entender el entorno. En ambos ecosistemas también aprendemos una máxima: nada es para siempre. Por eso, en las empresas hay que saber cuándo cambiar el modelo de negocio en el sentido más darwinista. Si no se hace, los socios y, por qué no, los trabajadores, deben saber que toca salir y buscar un árbol que cobije mejor. Si no, corren el peligro de perder su inversión o su puesto de trabajo y, con la velocidad que lleva la manada, les dejaría en la cola que es donde acechan los depredadores.