OPINIÓN

Los libros que hay en casa

Josep Maria Aguiló | Sábado 28 de septiembre de 2019
En los años de mi juventud, compraba libros casi semanalmente o al menos con una cierta regularidad, sobre todo de la Colección Austral de Espasa Calpe. Asimismo, compraba también revistas de cine, de filosofía o de literatura, que por fortuna se editaban sólo cada mes o cada dos meses, circunstancia esta última que seguramente contribuyó a evitar una más que probable ruina económica personal.

En esa época pensaba, ahora sé que ingenuamente, que algún día tendría el tiempo libre necesario para poder leer todos los libros y todas las revistas que iba adquiriendo. Ese optimista pensamiento inicial se fue debilitando poco a poco con los años, al ver que seguía ampliando mi biblioteca con nuevos volúmenes y que no conseguía llegar a encontrar nunca el tiempo libre suficiente para poder disfrutar de la lectura como yo hubiera deseado.

Con el tiempo, empecé a espaciar cada vez más mis visitas a las librerías y también mis compras. Unas pocas décadas después, en este momento actual de mi vida, soy ya por fin plenamente consciente de que salvo que pudiera vivir varias existencias sucesivas y además razonablemente largas, no podré ya llegar a leer nunca todos los libros que tengo en casa o que aún sigo comprando, ni siquiera de los autores y autoras que más admiro.

Teniendo en cuenta esa irremediable circunstancia, desde hace un cierto tiempo me dedico sobre todo a leer fragmentos concretos de aquellos libros que a priori me interesan o de aquellos otros que ya disfruté en su momento. Así, a veces leo por ejemplo una poesía o dos, o una columna literaria antigua, o unos párrafos de una novela, o un breve ensayo de filosofía, de historia o de cine. En ese sentido, me agrada y me consuela al mismo tiempo saber que mis libros favoritos están ahí, en casa, y que puedo acceder a ellos en cualquier instante o prestarlos si algún amigo me pide alguno.

Mi biblioteca actual es bastante reducida en comparación con la de esos grandes amantes de los libros que suelen tener tantos libros en sus respectivas casas que ya casi ocupan todas sus habitaciones o están perennemente aposentados en el suelo y sobre la mayoría de sillas, mesas y butacas. Por fortuna, yo aún no he llegado a ese extremo. Todavía.

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