OPINIÓN

La tranquilidad de trabajar en agosto

Beatriz Vilas | Jueves 15 de agosto de 2019

Hoy 13 de agosto entro a las 8h de la mañana en la oficina y cuando salgo del parking del Olivar, pareciera que estoy en el lejano oeste, las calles están vacías, con una sensación de resaca veraniega y con una ciudad que comienza a despertar.

Y es curioso, a mi esta sensación de soledad en las calles y de parecer que estoy colocando las aceras, me encanta.

Llego a la oficina me tomo un cafecito, pongo el aire acondicionado y comienzo la jornada de manera relajada, el teléfono suena mucho menos que de costumbre, las colas en todas partes son menores, e incluso me da la sensación que este año el tráfico no está tan caótico como otros años.

Es cierto, hace calor, pero ¿qué mejor que disfrutar del fresquito del aire acondicionado en mi oficina?

¡No hay color!, cada vez estoy más convencida de los beneficios que tiene trabajar en julio y agosto y poder descansar unos días en octubre o noviembre, o cuando se pueda, porque la verdad sea dicha, me rinde mucho más el trabajo en este mes.

Tiemblo solo de pensar en septiembre o enero, los meses temibles para cualquier trabajador que se precie, ya que todo el mundo vuelve con ganas de hacer muchas cosas, con prisas que después se quedan en nada y con exigencias que no llevan más que a padecer stress, los exigentes y los que lo padecen.

Es más, me renta tanto trabajar de lunes a jueves, que puedo cogerme un viernes fiesta y acelerar el fin de semana, sin dejar de cumplir con mis obligaciones diarias, porque ¿quién dijo cuándo está bien descansar?

Todo ha cambiado y el ritmo profesional actual marca cambiar también el cómo nos desenvolvemos en nuestras empresas.

Antiguamente muchas organizaciones cerraban en verano, pero poco a poco cada vez son más las empresas que se dan cuenta que es una tontería hacerlo así e incluso la normal de descanso de sábado y domingo, comienza a ser una vana realidad para muchos.

El descanso personal es obligatorio, pero en una sociedad global como la actual, ¿por qué seguimos con normas tan cerradas como las que funcionaban hace 50 años, si el resto ya no se gestiona de la misma manera?

Vivimos dentro de una sociedad industrial que ya no se sostiene como tal y seguimos manteniendo un calendario y un reloj que nos lleva a padecer de stress a todos los que intentamos acoplarnos a ese reloj, porque las realidades de cada individuo ahora son distintas y nuestra forma de vivir también lo es.

Pero es cierto que todavía en muchas empresas siguen creyendo que cuantas más horas se trabajen en horarios absurdos es mejor y no se preocupan por la salud mental de sus trabajadores, aunque en sus protocolos y manuales lo tengan así estipulado y siguen funcionando como se hacía en el siglo pasado.

Es lo que hemos venido a denominar el famoso “salario emocional”, poder conciliar nuestras vidas personales con las profesionales y sentirnos a gusto con lo que hacemos cada día, parece que queda muy bien en los manuales, pero ¿cuántas empresas lo aplican?

La realidad no es esa, sino todo lo contrario y muchas organizaciones siguen aplicando normas y horario que no se sostienen ni con hilo y sus empleados siguen sintiéndose frustrados con sus vidas y sus trabajos.

Tal vez llegue el momento en el que poco a poco cambiemos las cosas y veamos que, con un cambio climático que hace que el sol nos queme y se pueda estar menos tiempo expuesto a él, en verano, tal vez no sea tan mala idea trabajar en algunas profesiones y que nos vayamos adaptando como animales que somos a la naturaleza imperante que nos grita un cambio de costumbres y de vida.


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