OPINIÓN

El sopor del verano

Emilio Arteaga | Martes 06 de agosto de 2019

Estamos en plena canícula de agosto, periodo en el que el calor ejerce un efecto soporífero sobre el cuerpo y la mente y en el que lo que más apetece es dejarse llevar por la lasitud, física y mental y entregarse al “dolce far niente”, sobre todo si estás de vacaciones.

El tópico, repetido hasta la saciedad, dice que es tiempo de relajación y recuperación para volver a la actividad habitual con fuerzas renovadas y el cerebro enchufado.

En el caso de nuestros políticos, parece que llevan casi cuatro años de lasitud canicular y aun no se han despejado. Si no hay acuerdo para una investidura y formación de gobierno, el 20 de noviembre se celebrarán las cuartas elecciones generales en cuatro años y entraríamos en 2020 con un gobierno en funciones y unos presupuestos prorrogados desde 2018, los que constituiría una situación extraordinariamente lesiva para los intereses y necesidades de los ciudadanos y un ejemplo de absoluta irresponsabilidad e infamia por parte de nuestros políticos, que ya han dado sobradas muestras de ambas.

La situación es tan preocupante que el propio rey, en un hecho muy inhabitual, le ha dedicado unas palabras que se han hecho públicas, en el sentido de que sería conveniente que se consiguiera una solución para la formación de gobierno y se evitara tener que acudir a unas nuevas elecciones.

De momento, el partido popular se ha mostrado de acuerdo en la conveniencia de evitar unas nuevas elecciones, aunque proponen como solución que se convoque una nueva investidura con un candidato diferente a Pedro Sánchez, lo que, en realidad, viene a decir que no se van a mover ni un milímetro ni a hacer ningún gesto de distensión.

Pedro Sánchez han quedado atrapado en su incongruencia de menospreciar a aquellos con los que se suponía que debía formar gobierno y suplicar el favor de la abstención a quienes le desprecian y nunca han estado dispuestos a favorecer que resultara investido, bajo ninguna circunstancia y con absoluta impermeabilidad a cualquier consideración de interés de estado y de los ciudadanos, con el agravante de que en sus propias filas, algunos de los santones históricos, empezando por el propio Felipe González, han puesto todos los palos posibles en las ruedas del acuerdo con Podemos, defendiendo los intereses de sus nuevos amos, las grandes corporaciones energéticas, financieras y de telecomunicaciones, lo que se viene denominando el “Ibex 35”.

Ahora parece que todo lo fía a un denominado acuerdo a la portuguesa, con formación de un gobierno monocolor socialista con un acuerdo de estabilidad parlamentaria en función de un programa pactado. Pero si no consiguieron un acuerdo para un gobierno de coalición, qué posibilidades reales hay de alcanzar un pacto de ese tenor. Y, aunque lo consiguieran, los solos votos de Podemos no bastan, con lo que deberían contar con al menos la abstención de Esquerra Republicana y si Sánchez no quiere bajo ningún concepto que se pueda decir que depende de votos independentistas, la situación está exactamente en el mismo punto que en la investidura fallida, así que, o todo es un paripé para acabar llegando a nuevas elecciones, o confía que la presión sobre el PP por parte de los poderes económicos acabe consiguiendo su abstención, los que es muy improbable.

Parece confiar mucho Sánchez en que el PSOE tendrá unos resultados sustancialmente mejores en unas nuevas elecciones según las encuestas, pero esas mismas encuestas auguran un retroceso de Podemos y unos resultados globales de los bloques de derechas, izquierdas e independentistas similares a los actuales, con lo que esas nuevas elecciones nos dejarían en una situación muy similar a la actual. Quizás entonces será él que quien acabe recibiendo presiones para dar un paso atrás y que sea otro el candidato a la investidura como presidente de gobierno.

Al aprendiz de brujo Pedro Sánchez, dejándose llevar por las ensoñaciones provocadas por el calor, se le podrían desmadrar las escobas, las fregonas y los cubos de agua y acabar como en la película Fantasía, reprendido por el brujo jefe y castigado a fregar el suelo, sin ver cumplidos sus sueños.


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