Los hechos ocurrieron a última hora de la tarde cuando la socorrista, de nombre Macarena, finalizó su turno de trabajo (con bandera amarilla ondeando -y roja en una corriente balizada-) y decidió quedarse allí unos minutos más para jugar al vóley no sin antes dejar las banderas clavadas en la arena como aviso a los bañistas (cabe recordar que cuando los socorristas se retiran de las playas tienen la obligación de retirar también las banderas).
Pasado un rato, Macarena observó a un niño de corta edad cerca de la línea de boyas (a unos 200 metros de la costa) y por su forma de actuar supo que tenía serios problemas por lo que, pese a la mala mar reinante y de no disponer de material de rescate, se lanzó en su ayuda.
Cuando llegó hasta el pequeño este acabó por desmayarse fatigado por el esfuerzo que estaba llevando a cabo para mantenerse a flote. La socorrista, al comprobar que no podría remolcarlo hasta la orilla por las condiciones reinantes se digirió hasta una boya donde intentó recuperar al niño mientras esperaba a que llegara ayuda.
Al cabo de unos minutos “el niño recuperó la conciencia, le pidió que lo abrazase y le preguntó si estaban vivos y si iban a morir allí”, explican desde el Institut Balear d'Emergències, de tal forma que Macerena mantuvo abrazado al niño y le tranqulizó hasta que un cuarto de hora después llegó la lancha del práctico del puerto.
Pero las condiciones del mar eran muy complicadas y no pudieron subirles a bordo de la embarcación por lo que les lanzaron un aro salvavidas con el que volvieron a la orilla remolcando al niño.
La suerte quiso que Macarena fuera nadadora de aguas abiertas y esa fue una de las razones por las que la joven pudo superar el esfuerzo y salvar al pequeño quien, ya en la orilla, la abrazó y sin querer separarse de ella le preguntó "si podría volver a verla".