OPINIÓN

Resistir

Marc González | Viernes 31 de mayo de 2019

Visto en perspectiva, lo cierto es que el pretencioso y autocomplaciente "Manual de Resistencia" que firma Pedro Sánchez -otra cosa es que lo hubiera escrito- se basa en un principio fundamental de la política: El que resiste, gana. El aforismo, atribuido en España a Camilo José Cela -fue el lema de su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias en 1987- es en realidad del poeta romano Aulo Persio Flaco, que vivió su efímera vida en el siglo primero de nuestra era.

Acercarse a la actividad pública requiere, pues, asumir sus leyes inmutables. Naturalmente, se puede ganar aprovechando únicamente una coyuntura favorable y sin haber sudado la camiseta, existen ejemplos bien cercanos. Pero, lo habitual es que el premio de la vara de mando se obtenga tras haberse bregado en la oposición, lo que supone, invirtiendo el argumento, que en política quien resiste el tiempo suficiente acaba ganando.

Le sucedió a Francina Armengol y antes les había ocurrido a algunos otros líderes de la política balear. El corolario es el caso de Joan Fageda, que fue alcalde de Palma durante tres legislaturas tras haber estado otras dos en la oposición.

Y, sin duda, el caso de José Ramón Bauzá es un ejemplo de resistencia personal -rayana en la supervivencia extrema- por encima y hasta en contra de los intereses del partido al que se representa. Bauzá ha obtenido en 2019 el premio gordo de Bruselas porque supo engañar en 2015 al PP para que le mantuviera en hibernación en el Senado durante estos cuatro años, mientras meditaba cómo seguir ahí. Y, para ello, ha seducido con su falsa imagen de centrista europeo al líder de su actual partido y, si nos descuidamos, Rivera lo entronizará como guía de la formación naranja en las Islas.

Lo sucedido estos días en el PP balear vulnera, pues, ese principio fundamental. Para recuperar algo más que unos miles de votos, los populares precisan de quien esté dispuesto a partirse la cara por ellos durante cuatro u ocho años en la oposición, algo realmente difícil por lo poco atractivo que es subirse a un caballo a quien todos ven ahora como perdedor.

Es indudable que cada vez resulta más complicado incorporar a la actividad política a profesionales prestigiosos, profesores universitarios y empresarios de éxito, porque, además de mal pagada, la cosa pública supone un enorme desgaste personal que erosiona el entorno familiar y laboral.

A la política se acercan hoy solo aquellos que salen de los viveros de los partidos, funcionarios que mejoran su situación, jubilados y algunos profesionales -como los farmacéuticos y los registradores de la propiedad- que pueden permitirse el lujo de no aparecer por su negocio mientras éste sigue creciendo.

Además, la sociedad actual se mueve cada vez más de acuerdo con el principio de la inmediatez -culo veo, culo quiero, perdonen la vulgaridad-, rechazando cualquier clase de sacrificio como vía para conseguir el éxito, algo que en las escuelas se palpa a diario.

Y, de esta forma, resulta casi imposible encontrar a quien esté dispuesto a resistir para acabar ganando, por mucho que esta ley siga plenamente vigente.