Beatriz Vilas | Jueves 28 de marzo de 2019
Se habla mucho de la falta de empleo entre la juventud, las primeras oportunidades profesionales, pero los tiempos han cambiado mucho y tenemos un target profesional de personal altamente formado y con mucha experiencia profesional que llega a la edad de jubilación sin posibilidades de poder jubilarse, debido a la situación precaria en la que se van a quedar, o simplemente porque no quieren relegar su vida a la jubilación.
Este target que ha superado los 60 se ven todavía en buenas condiciones para seguir trabajando y tienen la necesidad de estar activos.
Es cierto que se da en personas de un perfil profesional medio-alto, o en profesiones liberales, empresarios, etc, pero muchos de ellos se sienten frustrados por verse relegados a una jubilación que no quieren tener porque piensan que todavía pueden aportar mucho a la sociedad y a la profesión que han desempeñado durante toda su vida.
Y es así, es cierto que la juventud viene altamente cualificada, no obstante carecen de lo esencial para desempeñar ciertos cargos dentro de las empresas, que es la experiencia del día a día, que es la que ayuda a la resolución se conflictos y a una buena toma de decisiones dentro de las empresas.
Antiguamente la grandes empresas tenían una figura llamada mentor, que hacía la función de enseñar a los jóvenes que les sustituirían al acabar su carrera profesional, pero con la crisis las pocas empresas que tenían esta figura, tuvieron que prescindir de ella.
Esto nos lleva a que los empresarios y directivos se quejen de la poca experiencia profesional de los candidatos y se encuentren con problemas diarios de difícil solución.
Es por ello que desde algunos organismos oficiales y en algunas empresas, comienzan a reaparecer esta figura del mentor, tan necesaria y práctica para las organizaciones.
Una sociedad que se nutriera entre los propios miembros de la misma, sería una sociedad que avanzaría considerablemente en el desarrollo de sus objetivos.
Las personas con una edad avanzada tienen mucho que aportar a una sociedad como la nuestra, carente de ciertos valores que antaño se transmitían de los abuelos a los nietos y que pareciera que hoy en día se ha dejado de escuchar a la sabiduría popular y a los que saben de cómo se hacen las cosas.
En una sociedad en los que los objetos cada vez duran menos y “las cosas” tienen un final programado, o también llamado obsolescencia programada, nos queda pensar que tal vez los senior puedan romper con esta dinámica y puedan seguir aportando durante más tiempo su sabiduría dentro de las organizaciones.
Yo me apuntaría a ello ¿y Ud. querido lector?
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