EDITORIAL

8M, un manifiesto que impide la unidad

Jueves 07 de marzo de 2019

A pesar de los avances que se han producido en materia de igualdad entre hombre y mujeres durante los últimos años, la celebración del 8 de marzo nos sigue recordando que aún quedan muchas cuestiones pendientes por resolver: desde la equiparación salarial por igual trabajo, a una conciliación laboral justa que permita a las mujeres desarrollar una profesión sin renunciar a ser madres, pasando por la erradicación total de la violencia de género y las actitudes machistas que aún persisten y que, de forma muy preocupante, parecen reinstalarse entre generaciones muy jóvenes.

La sociedad debe avanzar para alcanzar la plena igualdad y días como el 8 de marzo permiten visualizar el problema llevándolo a la primera línea del debate social. La tarea incumbe a toda la sociedad, sin excepciones, por lo que conviene no politizar las acciones públicas que este viernes se llevarán a cabo. El discurso feminista debe centrarse en lo que de verdad provoca la desigualdad; por ello sorprende que haya quienes intenten utilizar la causa para hablar del militarismo, el racismo, el capitalismo, el colonialismo o, incluso, de la Guerra Civil, como elementos determinantes de la desigualdad que sufren las mujeres. La lucha feminista tiene, hoy, otro tipo de urgencias que poco tienen que ver con este estribillo recurrente que, determinados colectivos, lo mismo utilizan cuando hablan de economía, de modelo del Estado o de relaciones internacionales.

Este relato desenfocado es el que recoge el manifiesto que hoy se leerá en la manifestación feminista de Palma, y que ha provocado que la convocatoria quede en manos de los partidos del Pacte. El enfoque partidista pervierte el sentido real de la convocatoria y margina a colectivos que no se sienten representados por un manifiesto de este tipo y que ya han anunciado que no acudirán.

Fomentar un sentido unitario de la protesta sería la mejor fórmula para avanzar en las soluciones que reclama la lucha feminista. No hacerlo implica excluir sectores que luchan por la igualdad con igual o mayor énfasis y que se sienten marginados como si en esta reivindicación se quisieran etiquetar a feministas de primera y de segunda. Un error que no ayuda en la solución del problema.

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