OPINIÓN

El W.C. de Europa

Francesca Jaume | Lunes 06 de agosto de 2018

Todo lo malo -incluso lo bueno- acaba teniendo un punto de inflexión. Hemos soportado precipitados a las piscinas de los hoteles, borrachos que saltaban al balcón de los amigos como prueba de valentía, incluso pasaditos de raya que creen que entrando a la habitación de la pretendida por la ventana supone hacer puntos; pero eso de caerse de una altura de seis pisos por haber sacado las posaderas fuera de la línea de equilibrio con la intención de deponer es más de lo que nuestro amor propio tendría que estar dispuesto a aguantar.

El estado de embriaguez no puede ser nunca un atenuante ante situaciones como la vivida en Magaluf, cuando un turista británico se despeñó después de haber tenido la brillante ocurrencia de intentar defecar por el balcón. Una mierda de idea. Para lástima de nuestros inconfesables adentros morbosos, el espécimen se desplomó con los pantalones bajos pero antes de empezar la faena, por lo que, no, no se cayó sobre sus deshechos.

En todo caso, y ahora en serio, ¿Debemos de permanecer impasibles ante tales conductas? ¿Tenemos que permitir que vengan a expulsar excrementos en nuestra propia cara? Como no puede impedirse que vengan cagones a emborracharse y perder la noción de lo que está permitido (no creo que una Ley Seca pudiera ser aprobada), es más que necesario la aplicación de sanciones ejemplares y ejemplarizantes para que les quede claro a algunos botarates que no toleramos este tipo de comportamientos, que no somos el inodoro de Europa aunque muchos nos vean de esta manera porque así lo hemos permitido e incluso fomentado.


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