OPINIÓN

La droja es mu mala

Eduardo de la Fuente | Domingo 29 de julio de 2018

Una noticia de esta semana me ha hecho volver a pensar en lo malas que son las drogas. Ya lo decía Tony El Gitano: «maldita droga, me tiene loco, no tengo alegría ni sueño tampoco, me falta el trabajo y la heroína. Ama, siente, vive, heroína no». Enormes palabras cargadas de sabiduría callejera. Esto me ha venido al leer que una pandilla de guiris zarrapastrosos, más lisérgicos que otra cosa, se habían montado un campamento en el bosque cerca de Santa Eulària, en Ibiza. El sitio estaba comido de mierda, con restos de hogueras y tipos sucios que le daban al fornicio libre y a la cosa mala que da gusto.

Lo de ir por la naturaleza hasta las trancas de todo no es nuevo. Nuestro aguerrido, viril y nunca suficientemente reivindicado periodista, atleta y mil cosas más, Miguel de la Quadra-Salcedo, experimentó con ayahuasca en lo más profundo de la selva amazónica en 1962. Se cameló a unos indios para que le dejaran probar el brebaje y se puso como una moto. No contento con el viaje a la estratosfera, y movido por un lógico afán científico, se llevó un bote con la sustancia alucinógena para volver a consumirla en condiciones controladas y ser evaluado por médicos y expertos universitarios. Sucedió que la ayahuasca se puso chunga como los danones caducados, fermentó o algo así, y el probe Miguel se puso a parir y poco le faltó para irse al otro barrio. ¿Lo ven? La droja es mu mala.

El que no sé qué mandanga se mete, pero debe ser de la buena, es mi último nazi favorito, Quim Torra. Herr Torra se ha paseado con una fotografía de Winston Churchill bien visible en el bolsillo de la americana. Dice Sixfinger que eso del never surrender de Churchill le da fuerzas para seguir adelante con el prusés. Cagon la leche, ya andamos otra vez con la memoria de mi idolatrado Winston. A ver, que ya lo he explicado en otras ocasiones… Torra es o politoxicómano o ignorante o gilipollas perdido. Churchill era un nostálgico del Imperio británico y se opuso a la independencia de la India. A Torra le hubiera dado capones hasta en el sexto dedo meñique del pie izquierdo. El bulldog inglés era un tipo ilustrado y gran escritor. Le dieron un más que merecido Nobel de Literatura, pero uno de los buenos, de cuando los Nobel aún eran cosa seria. Me cuesta imaginar que Torra haya pasado de los cuadernillos Rubio a tenor de la bazofia que escribe. Churchill le echó pelotas, no se rindió y combatió al nazismo cuando todos querían firmar un armisticio con la Alemania de Hitler. De no ser por él les aseguro que hoy el Ballermann 6 sería literalmente un barrio de Hannover. Los cojones íbamos a tener cossiers en la Part Forana, lo más parecido a los dimonis y Sant Antoni sería la Oktoberfest. Aquí caminaría todo el mundo haciendo el paso de la oca hasta para ir a cagar y Tòfol Soler, en lugar de sobrasadas, se ganaría la vida haciendo salchichas bávaras. Que un nazi supremacista como Herr Torra invoque a Churchill no es un chiste de mal gusto, ni siquiera una memez… Es un verdadero insulto.

De Churchill sabemos que también le iba la mandanga, pero en botella. Era un bebedor legendario —nadie es perfecto—. Cuentan que una vez se emperró en ir a visitar El Cairo en plena Segunda Guerra Mundial cuando la movida en el norte de África estaba a tope y Rommel andaba zurrando a Montgomery. Le dijeron algo así como: «Sr. Churchill, no puede usted ir a Egipto». Supongo que las palabras debieron ser más gruesas. Era una chaladura atravesar los cielos de la Europa ocupada y del Mediterráneo. Además, los cazas británicos no podrían escoltarle durante la mayor parte del peligroso viaje. Como era el primer ministro y no le podían decir que no, le montaron un vuelo chárter nocturno y cruzaron los dedos. Churchill le dio al buen beber y al buen comer durante el vuelo, nada que ver con el cáterin de Ryanair. Imaginen el careto de la esposa del embajador en El Cairo cuando a las seis de la mañana le dicen que Winston Churchill le espera en el piso de abajo. Mientras el señor embajador se desperezaba y vestía, la buena mujer le ofreció al primer ministro un sándwich o algo de desayunar. Winston se había puesto hasta arriba de vinazos y licores durante el vuelo, así que le contestó que ya había desayunado y le pidió un pelotazo. Flipante.

No se crean todas las anécdotas y citas que se le atribuyen a Churchill, son demasiadas. Aun así, era un tipo singular, mayestático, el más grande estadista del siglo XX por mucho que les pese a podemitas, cuperos, arranitas y demás fauna. Y sí, como todo el mundo, también tenía sus sombras, sus errores, sus miserias. Era humano. No me hace ni puta gracia que Herr Torra saque de paseo su memoria. Creo que el nazi estelado está más cerca de la pervitina que repartían como chuches en la Werhmacht que del champán Krug Cristal que Winston bebía como el agua.

Me gustaría hablarles de otras divertidas anécdotas de Churchill, pero esas son otra historias…


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