OPINIÓN

Exorcismos, abortos, caniches, churros amarillos, gerifaltas y sicarios

Eduardo de la Fuente | Domingo 08 de julio de 2018

Creo que no he visto enteros más de una decena de partidos de fútbol en mi vida, lo que no quita que comprenda la decepción de los aficionados por la eliminación de España ante la anfitriona Rusia. Lo bueno de que la Selección se haya vuelto a casa —bueno para los que voy a citar— es que le ahorra al alcalde de Palma, Toni Noguera, y a su comparsa mesera y podemita el escarnio de montar una pantalla gigante en la calle para seguir los partidos de España. Hubiera sido cachondo ver a unos cuantos de Cort con los ojos en blanco, echando espumarajos por la boca y con la cabeza del revés como la niña Regan de El Exorcista. Me imagino al padre Damien Karras exorcizando a Aligi Molina y a este rumiando con voz cavernosa: «la Selección está con nos».

Al que tal vez le vendría bien un exorcismo o tal vez una regresión hipnótica sería al juez Castro. Parafraseando al Pazuzu atrapado en el cuerpo de Regan, lo suyo sería más bien «Urdangarin está con Noós». Hace unos días pasé por la presentación del libro Qué fue del caso Palma Arena de Miguel Ángel Rodríguez —editado por Román Piña con su editorial Sloper— y oí cosas que dejan eso de «he visto naves en llamas más allá de Orión» en vacua palabrería de programa electoral.

Hablando de programas electorales… He estado revisando el de Podemos en lo relativo al aborto —interrupción voluntaria del embarazo, como se dice ahora porque aborto suena chungo— en busca de los supuestos que la formación morada propone. Podemos pasa de puntillas por la cuestión, saben que es demasiado complicado para propuestas populistas. Así lo explican: «Podemos asegura que la interrupción voluntaria del embarazo estará garantizada “por el sistema público de salud”. También anuncia que todas las mujeres tendrán acceso a “todos los métodos anticonceptivos”». O sea: universal, libre y gratuito. Vale, pero ¿y los supuestos, los plazos...? Como diría Pablo Iglesias: «mí, no entender».

¿Por qué les suelto el rollo del aborto de Podemos? Una parte del partido —sin duda, la más radical y supongo que minoritaria, o eso quiero creer— defiende el aborto total. Coincidí en una tertulia televisiva con una gerifalta de Podemos en Baleares que defendió el aborto de niños sanos hasta el mismo día de antes parir. Llegó a decir que un feto de ocho meses con síndrome de Down no era una persona. Durante la pausa publicitaria, ya fuera de cámara, le expliqué que «no te pases porque si un padre con un hijo con síndrome de Down te ha visto y le dices que su hijo no es una persona, si te ve por la calle, igual te toca la cara». ¿Se amilanó? Para nada. Según la gerifalta se puede abortar a críos sanos de siete u ocho meses porque «no son viables». O sea, que no pueden sobrevivir por sus propios medios. Entrar en estas dinámicas eugenésicas abre puertas que conducen a estancias muy oscuras, demasiado oscuras. Le contesté: «por esa misma lógica, si te atropella un coche al cruzar la calle y quedas tendida inconsciente en el suelo con las piernas rotas también te podemos matar porque no eres viable».

Y ahora sí que voy a la cuestión… Me gustaría saber qué piensan Pablo Iglesias e Irene Montero, padres de dos niños «no viables» nacidos en el sexto mes de embarazado, de algunas de las gerifaltas de su partido a las que les pone más un aborto que a Eichmann una buena cámara de gas, ahí con su grifería y sus paredes alicatadas y todo. Imagino que las cosas se ven de otra manera cuando la vida te pone ante una prueba tan dura como la de ver a tus hijos cubiertos de vías, tubos y demás parafernalia, y tú nada puedes hacer más que mirar. Son personitas a las que no conoces y con solo verlos una vez ya te parece que te han acompañado desde siempre. No puedes ni cogerlos en brazos, son diminutos, frágiles… Y te aterra que mueran. De verdad, sin ningún tipo de acritud, deseo lo mejor para los pequeños de Pable e Irene, para ellos y para sus padres. Esos chicuelines nos dan a todos una lección de vida.

Y en esto sé de lo que hablo. Mi hija nació en el séptimo mes de gestación y pasó tres semanas en la UCI pediátrica de la Clínica Rotger. Gracias a los avances médicos y al excelente personal sanitario mi hija pudo salir adelante, como estoy seguro sucederá con los niños de Pable e Irene. Uno de mis insultos favoritos es sietemesino, siempre me ha hecho gracia, tiene mucha mala baba. Hoy los sietemesinos no son los alelados del imaginario popular, son críos normales y el insulto pierde fuerza. En realidad, podría decir que mi hija es sietemesina y les aseguro que es la hostia. Y sí, le partiría la cara a cualquier hijoputa que me dijera que mi hija «no es viable». Irene y Pablo también se dejarían los puños para defender a sus seismesinos.

Me marco un salto con tirabuzón y paso a los «presos políticos» que, como en un buen anuncio de turrón, han vuelto a casa por Navidad. Han dicho que el traslado ha sido «muy duro». Venga, hombre, duro es que te peguen un martillazo en los huevos. Estar en el trullo no es ir a Disney de viaje con los niños, sean viables o no, eso nadie lo duda. Lo que me repatea es el victimismo del churro amarillo y tanta tontería. Ojo a la idea que tienen los indepes de lo que debe ser un estrado democrático: dicen que el traslado no es suficiente, que deben ser excarcelados y absueltos de toda condena, que el Gobierno debe hacerlo. Ah, claro, el Ejecutivo puede laminar al Judicial cuando le dé la gana. ¿Y estos tarados quieren construir un país? Luego aparece el cretino de Valtonyc y dice que regresará cuando se haya constituido la República catalana. Joer, niño, quédate en Bélgica con los colegas nazis de Léon Degrelle en Flandes. Es más tonto y nace estantería.

No quiero acabar sin dedicar unas líneas a las primarias del Partido Popular. La caniche peleona ha dado el campanazo y se ha impuesto al niño de los peines. Queda ver si los compromisarios de Miss Finiquitoendiferido van a apoyar al chavalín fresco del barrio o si el Congreso acaba en tangana de lucha libre mexicana. Mucho me temo que esto va a ser un cierre en falso, que el partido no va a salir de la crisis interna que le corroe las entrañas y que en menos de dos años tendremos otro congreso o algo así para intentar poner orden y salvar el cascarón de lo que antaño fuera un brioso acorazado.

Ahora les hablaría de la enorme crisis matrimonial que mi esposa y yo tuvimos hace unos días al salir del cine. Habíamos ido a ver Sicario 2, el día del soldado. Mi mujer con su brutal honestidad calificó a la película de «mierda aburrida», crítica rotunda y meridiana a la altura de Cahiers du Cinéma. Yo, por aquello de no avivar el fuego, me quedé en un discreto «pues a mí me ha gustado». De nada sirvió, no se pueden imaginar la que me ha caído. Pero sí, me ha gustado, y mucho, más que la primera. Qué coño, he flipao. En el cine, además, se está fresquito, así que se la recomiendo. La peli va de espaldas mojadas, mafias, moros que se inmolan en grandes almacenes y demás guarrerías de la guerra sucia. Espero que Donald Trump no se la tome en serio. Pero esa es otra historia…


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