Por si no lo tenían claro, se lo cantaron a coro: “A primera, a primera”. El griterío se escuchaban desde las plazas aledañas –Santa Eularia, Sant Francesc, la Major- así que desde el balcón de Cort debió sonar con más fuerza. Eran un millar de gargantas, jóvenes en su mayoría, pero lo piensa todo mallorquinista sea cual sea su edad y memoria, porque subir a Segunda A para quedarse en ella, no vale. Si no recuerdo mal, el Mallorca es uno de los únicos nueve equipos españoles que se mantuvo en la élite la friolera de 16 años consecutivos, aunque haya militado mucho más tiempo en la categoría que acaba de reconquistar. Y eso marca, aparte de que lo exijan la comunidad, la ciudad y la afición.
Además de un desprecio intolerable, que ninguno de los propietarios y especialmente el presidente del consejo de administración hayan estado en los actos institucionales sería para cerrarles definitivamente las puertas del Ajuntament, por forofo que se declare el alcalde. Molango, no lo olvidemos, solo es un empleado, un consejero delegado a sueldo y era obligación de Sarver, Nash y Kohlberg, al menos uno de ellos, estar presente en las recepciones institucionales en equiparación a las autoridades presentes. Sus ausencias no son de recibo, más bien de regional preferente.
En cuanto a la respuesta que demanda el corifeo popular, pronto sabremos si se apuesta por un segundo e inmediato ascenso o, por el contrario, impera el conformismo. Quedará claramente expuesto en los fichajes, altas y bajas o en los presupuestos, si es que no se ocultan celosamente como viene sucediendo de un tiempo a esta parte. No se trata de tirar la casa por la ventana, pero si de conformar una plantilla competitiva. El Eibar y el Huesca son las excepciones, pero no la regla.