OPINIÓN

Del fracaso al ridículo

Francisco Gilet | Miércoles 30 de mayo de 2018

Fue George Gordon Byron quien sentenció que «La ambición es el último refugio de todo fracaso», pues, la moción de Pedro Sánchez — que tanto ha entusiasmado a la independentista Armengol — lleva impresa desde su nacimiento el marchamo de la ambición y el fracaso. La urgencia en su presentación es demostración de la falta absoluta de análisis. Saltándose estatutos y dirigentes de su partido — quizás por pánico a llegar tarde — Sánchez ha veroniqueado a sus conmilitones a toro pasado. Primer síntoma del adorno que se vislumbra en la moción, la codicia. Y profundizando, más allá de la conducta, cuando nos topamos con la motivación, el desierto es tan extenso y como árido. Se trata, pura y simplemente, de desalojar al PP, por corrupto, colocar a Sánchez y provocar una regeneración democrática. Y ya en la lontananza del misterio temporal, convocar elecciones. ¿Cuándo? Incógnita. Y en cuanto a cómo va a alcanzarse el segundo objetivo, también es un enigma.

Por lo que se refiere a la corrupción, el discurso del candidato hay que suponer que ocupará mucha parte de él. Muchas palabras deberán lanzarse para justificar esa causa, al mismo tiempo que provocar el olvido de cifras como 3.200 millones socialistas de los ERES y el EDU, o los 3.000 € de los Pujol y demás, sin contabilizar el 3% de PdeCat, CiU o Unió, mientras que Bárcenas, Gurtel y Púnica del PP no llegan a 500 millones de euros. Es decir, que si corruptos son unos, más beneficio han sacado los otros. Y ello, olvidando nombres como Barrionuevo, Sala, Rubio, Borrell, Hernández, Serra, etc., que no se entiende puedan dar brillo a una moción de censura con el único soporte de «lavar la imagen de las instituciones». Otro punto filipino de la palabrería de Sánchez o de Abalos, pues esas «instituciones» surgen, en virtud de la Constitución, del consejo, contubernio o trueque de los grupos parlamentarios, entre ellos el socialista. Grupo socialista que, incongruencia, no cuenta con la presencia del anunciado como candidato, al haber renunciado a su escaño por razones internas del propio grupo. Y tal circunstancia, tiene un mal precedente, llamado Hernández Mancha.

Sin embargo, más allá de razones de pura ambición, existe otro elemento que anuncia el fracaso y, por ende, el ridículo. Los números no alcanzan para una victoria. Triunfo, por lo demás, que se está pretendiendo por simples razones personales, por el reiterado «Hay que desalojar a Rajoy de la Moncloa», que recuerda al «Váyase, Sr. González.» Un ritornelo que no viene acompañado de ninguna razón de peso de carácter programático, ni una retahíla de motivaciones de peso, salvo una leve referencia a las políticas sociales, como si éstas no hubiesen sido acometidas por el gobierno, a insistencia, por ejemplo del PNV en cuanto a las pensiones. De sanidad, educación, medio ambiente, política exterior o interior, ni se habla ni se profetiza consideración alguna. Y de economía, se huye como de la peste, dada la bonanza económica fruto de unas medidas gubernamentales exitosas, merced a la buena conducta de las empresas, patronales y agentes sociales, en general. Más allá de todo ello, hasta llegar a los grandes problemas de la nación, la desmembración territorial, la crispación por el «proces» catalán, los anuncios navarros, las insinuaciones interesadas de los dirigentes vascos, nada- Silencio absoluto, ante posibles medidas para atajar «la violencia que genera un clima de exclusión moral y política existente hoy en la sociedad navarra y vasca», y catalana, añadiría. España se está enfrentando a uno de los momentos más críticos de su historia y el socialismo, dejando de lado el problema, aspira a colocar a su Secretario merced a componendas, cambalaches, remiendos con quienes están encausados, o presos o exiliados en virtud de actuaciones judiciales surgidas de acciones ilegales, anticonstitucionales, comandadas desde la xenofobia, el racismo al estilo ario y las tremendas vejaciones e insultos a los «bestias» españoles. O sea, Cataluña arde en disputas en playas y plazas, intuyéndose un panorama de absoluta crispación y el socialismo pretende entrar en la Moncloa sin exponer ni una sola solución a ese inmenso problema, como no sea dialogar una salida honrosa para presos, exiliados o fugados.

Y mientras todo ello trascurre entre bastidores, el zorro Rajoy, ha tocado a rebato para debatir la moción el próximo jueves, con los presupuestos en el Senado, ricamente votados por el PNV, Coalición canaria, Nueva Canaria y C,s. En contraposición, el socialista aspira, por sus narices, a contar con la voz y votos de Iglesias, de Garzón, de Tarda, de Baldavi, de Beitialarrangoiti, de Campuzano…, o sea la flor y nata del independentismo. Con lo cual, del fracaso podemos deslizarnos hacia un ridículo mayor que el de aquel Hernandez Mancha. Quizás si Byron hubiese conocido a Sánchez, habría concluido que la ambición no es el refugio del fracaso, sino el del ridículo. Aunque, el candidato siempre tendrá el simplón consuelo de la compañía de otro figura, el Iglesias, enterrador y cavador de su tumba política, junto con el aplauso con la orejas de la Armengol. Saturnal espectáculo.


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