Sentencia del Caso Gürtel, mi tocayo Eduardo Zaplana entalegado, operación en la Diputación de Barcelona, culebrón de la casa de Pablo e Irene, Valtonyc se fuga, dimisiones en PP balear, carabelas portuguesas, moción de censura a Rajoy… La actualidad de esta semana es oceánica, inabarcable. Esto se nos ha ido de las manos. Como en este país no hay Dios que ponga orden no sé para qué tengo yo que meterme a opinar cada domingo. Esta semana hay mucha chicha, me voy a dejar de florituras y de echarle agua al vino. Como decían en salvar al soldado Ryan de un pobre tipo al que le habían machacado la pierna y se le estaba gangrenando: «si huele a queso hay que cortar”.
El pestazo a queso en la casa del Partido Popular es inaguantable. Huele como unas cavas de cabrales y Mariano Rajoy parece delectarse con el hedor. Lo he dicho muchas veces, esto no viene ni por la sentencia del Caso Gürtel ni porque a Zaplana los de la UCO —que no dan puntada sin hilo— lo hayan pillado metido en faena. Otra cosa es que me crea la historia esa de que un imán alquiló un piso y se encontró en un altillo el cuaderno de Zaplana con las anotaciones de sus chanchullos. Que no, que no me lo creo. Hace ya demasiado tiempo que Mariano Rajoy debería haber cortado muchas cabezas, organizado un congreso nacional de refundación sin digitar a nadie y haberse largado a su casa. Pero no, ha caído en lo peor en lo que puede caer un político. Sólo le importa su culo y su silla. En eso se ha convertido el PP, en una fábrica de apaniaguados dispuestos a casi todo por su silla y su cargo. Es la partitocracia en estado puro. Y el reflejo de ese indolente marianismo lo tenemos también en Baleares.
En el PP sigue habiendo personas maravillosas, preparadas, voluntariosas y honradas. La triste es que sus esfuerzos son vanos. El aparato del partido se impone, manda y purga, excluye a los que piensan y perpetúa la adulación a las posaderas de los que se atornillan a la silla por una paga mensual. Los votantes convencidos y la honrada militancia no merecen esto. El problema no se arregla invitando a comer porsella a los jubilados en el Hipódromo. Es algo muuuuuuuuucho más profundo.
Los populares cargan el estigma de la corrupción, y lo aceptan. Por desgracia lo de andar metiendo la mano en la caja e ir pidiendo comisiones y sobornos no es sólo cosa de un partido. Si así fuera, la solución resultaría relativamente sencilla. Uno se pone a ver la mierda que hay en otras casas y lo único que puede suplicar es el advenimiento del ángel exterminador mezclado con Mr. Proper, espada flamígera en una mano y garrafa de salfumant en la otra, decapitando y limpiando.
Luego llega Pedro Sánchez y le casca una moción de censura a Mariano. Lo dice el del partido de los EREs. Y le apoyan los nazis independentistas de Pujol. Y se suma el neoburgués de la casa en Galapagar que cobra de Irán y Venezuela, esas grandes potencias democráticas, verdaderos faros de occidente. Y los del PNV se lo piensan porque no quieren perder el impuesto revolucionario que le han sacado al tontorrón de Mariano en los Presupuestos Generales del Estado. Dicen que los apoyan «por responsabilidad». Ahora responsabilidad significa que te unten de arriba a abajo. Por supuesto, hay que mandar a Rajoy a su casa… Pero la alternativa de Sánchez con Podemos y los nazindepes de comparsa es aterradora. Cuando Ciudadanos crezca y se haga mayor ya veremos a qué coño están.
La casa de Pablo, la moción de censura del PSOE, los nazis estelados, el nosequé de Ciudadanos, los manguis del PNV… Huelen a queso.
Una vez Julio Iglesias dijo que España olía a ajo. Lo de oler tanta almeja le ha trastornado la pituitaria. España huele a queso. Hiede, más bien. Por fortuna, España no es toda esta gente.
De Valtonyc hablaré la semana que viene, no tengo estómago para tanto queso. Preferiría hablarles de otras cosas más alegres, interesantes y productivas. Como dirían los del 98, España me duele. Hoy España me huele. Pero esa es otra historia…