OPINIÓN

Infinito Iniesta

José Luis Mateo | Jueves 24 de mayo de 2018


Resulta evidente que hacer ejercicio con regularidad es una parte importante de un estilo de vida saludable. Las personas que llevan una vida activa son más sanas, muestran una mayor esperanza de vida y, lo que es más importante, mejoran su estado físico y también su salud mental. Nada más agradable que esa maravillosa sensación general de bienestar tras una intensa sesión de ejercicio físico. Ya se sabe, mens sana in corpore sano; no debemos descuidar ni nuestra mente ni nuestro cuerpo, si es que queremos encontrar el siempre ansiado equilibrio. Así las cosas, en casa siempre hemos tenido muy claro que nuestros hijos, ya de muy pequeñitos, debían incluir entre sus tareas, la realización de alguna práctica deportiva que les gustara. El mayor se ha decantado, de momento, por el fútbol sala, y la pequeña, aunque todavía es pronto, parece apuntar en dirección al voleibol. Pues bien, sin olvidar la primera y principal de las razones ya apuntadas que nos llevaron a dirigirles hacia estas actividades, otra no menos importante tiene que ver con la adquisición de toda una serie de competencias que también resultarán cruciales a lo largo de sus vidas.

Efectivamente, el hecho de practicar un deporte no se limita únicamente a la realización de un ejercicio físico. Cuando juegan aprenden, asumen riesgos, se esfuerzan, comparten, aprenden a superarse, buscan mejorar día a día y fijan su atención en determinados modelos de comportamiento que, de un modo u otro acaban de incorporarse a su forma de interpretar el deporte. Sí, en ese momento aparecen los ídolos, los referentes, esos jugadores que ven cada día en televisión, marcando goles o parándolos, interceptando pelotas o dando maravillosas asistencias. Y ahí es cuando entra en juego, y nunca mejor dicho, Don Andrés Iniesta.

El pasado domingo, abandonó “La Liga” el mejor futbolista español de la historia. Estamos hablando del jugador más laureado de todos los tiempos, con un total de 37 títulos, entre los conseguidos en su club de toda la vida, tras 16 temporadas, y la selección española; nos referimos a quien, el 11 de julio de 2010, en Johannesburgo, detuvo el tiempo durante algo más de un segundo, fue capaz de escuchar el silencio, y cruzar ese mágico balón ante la salida del guardameta holandés, haciendo feliz a todo un país (recordándolo, todavía se pone la piel de gallina) Estamos hablando de toda una leyenda de este deporte que lo ha ganado todo y que, lo que no ha conseguido, no ha sido porque no lo haya merecido con creces. Concretametne, en lo relativo al siempre polémico Balón de Oro, se ha reconocido el craso error cometido por el propio editor de la revista francesa que otorga el referido galardón: “Casi todos en France Football estamos de acuerdo desde hace tiempo: para nosotros, Iniesta no era un jugador, sino 'el jugador'. Su generosidad, el juego de equipo, el altruismo, le han privado del Balón de Oro". Ahí queda eso.

Por tanto, queda fuera de toda duda su talla futbolística. Es un jugador único, espectacular en su simplicidad, que siempre ha tenido la enorme virtud de hacer fácil lo tremendamente complicado, capaz de ver el fútbol e interpretar un partido como nadie y que, sin estridencias, puede echarse un equipo a su espalda y hacer algo único e irrepetible. Pero cuidado, que si como futbolista es grande, como deportista y como persona, es un auténtico gigante. Porque la verdadera grandeza no reside en ganar y en recopilar un título tras otro, sino en la forma de afrontar cada partido, de asumir cada reto, de encajar las derrotas, disfrutar de las victorias y en la huella que dejas entre tus compañeros, tus entrenadores, tus contrincantes y entre los aficionados al fútbol y al deporte en general. Y ahí…ahí sí que no tiene rival. Nuestro gran campeón Rafa Nadal lo dijo muy claro: "Iniesta ha hecho todo lo que tenía que hacer y más. Nos ha dado alegrías, nos ha hecho disfrutar y siempre se ha comportado con respeto, naturalidad y normalidad, que es lo más importante. Es un modelo positivo para la juventud, para la sociedad en general y hay que agradecerle todo lo que nos ha hecho disfrutar y los valores que ha transmitido siempre". Ese es sin duda el gran legado de Andrés Iniesta Luján.

El pasado domingo, con el partido acabado, tras el merecido homenaje, con el Camp Nou en penumbra y tan solo algunos espectadores y periodistas, Andrés, nuestro Andrés, se sentó en el centro de ese terreno de juego en el que tantas lecciones magistrales ha impartido, en el que ha llorado y reído, solo, y simplemente disfrutó del momento. ¡Tenía que ser así! Reconozco que no pude evitar emocionarme en esos instantes porque, de nuevo, el tiempo parecía detenerse, a buen seguro pensó en todo lo que había vivido en todos estos años y, probablemente, afirmaría sin temor a equivocarse que había logrado su propósito porque, como él bien decía “el sentirte feliz como persona es superior a cualquier triunfo. Me gustaría ser recordado como una gran persona y a la vez un buen futbolista”. Y mientras esto sucedía, casi entre lágrimas, les dije a mis hijos que ese es el modelo a seguir, que sin duda este es el camino y este es el tipo de deportista que debéis querer llegar a ser. Andrés Iniesta es uno de los mejores jugadores de fútbol de la historia y nunca ha dicho una palabra más alta de la otra, ha jugado siempre con el máximo respeto hacia los rivales, ha huido de toda polémica, jamás se ha vanagloriado de nada (ni siquiera tras marcar el gol más importante que jamás se haya soñado en este país), ha sabido ganar disfrutando de la victoria con humildad y sencillez y ha encajado las derrotas mostrando una categoría y un saber estar fuera de lo común. Todo un referente, un ejemplo a seguir.

Por lo demás, debo terminar, si me permiten, hablando en clave blaugrana. Si bien es cierto que el anterior entrenador del Fútbol Club Barcelona, Luis Enrique, dijo con toda la razón del mundo que “Iniesta no es patrimonio del Barcelona, es patromonio de la humanidad”, resulta inevitable para todos los culés sentir al bueno de Andrés como parte de nuestra familia…y eso también es maravilloso. Andrés, cuánto nos has hecho disfrutar, cómo has sido capaz de sorprendernos en cada partido, una y otra vez, dejándonos sin palabras, viéndote controlar un balón o dando un sinfín de pases imposibles. Andrés, qué decirte…cuando nos permitiste vivir uno de los instantes futbolísticos más increíbles jamás imaginados con tu gol en Stamford Bridge…sobran las palabras y quedan esos recuerdos imborrables de un jugador único e irrepetible.

Por todo ello, y para siempre, nuestra admiración como persona, como deportista y como futbolista de élite. Si hubiera más como tú, no solo nos gustaría, sino que amaríamos el fútbol. Mientras has jugado, lo hemos amado.

Todos en pie…sale del terreno del terreno de juego, Don Andrés Iniesta.


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