OPINIÓN

In memoriam

Jorge Campos | Jueves 24 de mayo de 2018


En este mes de mayo, mes de María, mes de las madres, la mía ha vuelto a la Casa del Padre.

De fuerte carácter, cariñosa, y alegre, Mª Dolores Asensi Comes, Lola, Loli, la “chiqueta” como la llamaban mis abuelos, ha sido una mujer que lo ha dado todo por sus hijos. Mi hermano y yo hemos sido lo más importante en su vida, y así hemos intentado corresponderle con el amor y el respeto que siempre se debe tener a una madre. Mi eterno agradecimiento.

La vida de mi madre siempre estuvo ligada a la de mi añorado y querido padre, fallecido hace pocos años. Ahora vuelven a estar juntos. Siempre lo estuvieron.

Ya no los tengo aquí, conmigo. Pero su legado perdura en sus hijos y en sus nietos. Siguen con nosotros desde el Cielo. Me reconforta imaginar cómo debe haber sido ese reencuentro de toda la familia que ya se fue con la llegada de mi madre: La primera en recibirla, su hermana, nuestra querida tía Amparín. Los imagino a todos juntos, abuelos, tíos y padres, al amparo del manto de la “Cheperudeta”, discutiendo de política y hablando de fútbol, del Valencia CF sobre todo... Buenas personas a las que hecho mucho de menos.

Ver cómo mi madre se ha ido apagando durante los últimos meses, si bien ha sido duro por la terrible y cruel demencia que ha sufrido, me ha permitido recordar los felices momentos que vivimos en familia cuando era un niño: Consejos y enseñanzas, caricias, besos y abrazos, castigos y premios, el amor insustituible de una madre.

Una madre siempre escucha, siempre atiende. Incluso en los últimos días, cuando ya no me respondía, con la mirada perdida en el horizonte, ella sabía que el que le hablaba era yo, su hijo pequeño. Lo supe al ver su único gesto en muchos días: Una lágrima recorriendo su mejilla fue su forma de decirme que la despedida estaba cerca.

Te has ido abrazada a la Virgen de los Desamparados. Pero sé que me sigues escuchando: Mamá te quiero.


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