OPINIÓN

Cucumber effect (el efecto pepino)

Eduardo de la Fuente | Domingo 29 de abril de 2018

De entre todas las noticias de la semana hay una que me tiene to loco. Han denunciado la desaparición de miles de piezas de vestuario del guardarropa histórico de Televisión Española. Dicen que son tantas, que la única forma de habérselas llevado sería en un par de camiones. Huele a robo. Lo que me revuelve los adentros es que han levantado el disfraz de Espinete. ¿Para qué querrá alguien el disfraz de un erizo rosa probablemente gayer? En mi turbia mente sólo se fragua una respuesta, inquietante: para calzarse el traje —que tiene que dar un calor horroroso— y plantarse de gala en una fiesta de ambiente fur. ¿Qué es una fiesta fur? La cosa va de vestirse con disfraces de animales en plan peluche para darle al fornicio. El conejo se calza a la zorra, el tucán a la zarigüeya, el panda se enrolla con la mofeta, y así... Sólo de pensar en un maromo enfundado en el disfraz de Espinete, sudoroso, jadeante, dándole matraca a un caniche, se me hunde la infancia.

Pero el robo del disfraz de Espinete —quién sabe con qué oscuras y retorcidas intenciones— se queda en nada en comparación con los dos botes de crema antiarrugas que levantó Cristina Cifuentes en el Eroski de Vallecas en el año 2011. A mi mujer —que era muy de Cifuentes— casi le da un soponcio. Hemos pensado en hacernos unas camisetas de Je suis Cifuentes, sólo para tocar los huevos. La entiendo porque yo antes era muy de Esperanza Aguirre. ¿Oigan, qué quieren que les diga, que me excuse? Pues no, la Espe es muy punk, muy chulapona y me lo pasaba teta con ella. Pero las drogas no son buenas y siempre acabas buscando algo más fuerte. Empiezas con los porritos y acabas chutándote jaco. Yo ahora ando encoñado con Anna Gabriel y con Marta Rovira. No sé con cuál de ellas quedarme. Ya lo cantaba el gran Antonio Machín: «no puedo comprender cómo se puede querer dos mujeres a la vez y no estar loco».

Nadie imaginaba semejante desenlace del acoso y derribo de la Cifu. Es como si Tarantino hubiera buscado la inspiración en el fondo de una botella de pacharán para escribir el guión de la próxima película de Almodóvar. Todo esto huele —mejor dicho, hiede — a Mocloaca. Nadie duda de que el vídeo del Eroski sale del propio Partido Popular. Y eso es algo ruin, miserable. La ejecución vía Eroski de Cifuentes demuestra que Mariano Rajoy continúa con su purga de disidentes ideológicos y de todo aquel que pueda hacerle sombra en su ya demasiado largo ocaso. Le recomiendo a Alberto Núñez Feijóo que se atrinchere en su casa. La cheka popular le ronda. No soy psicólogo y mucho menos psiquiatra, si bien a mí lo de Cifuentes chorimangando dos botes de crema me parece más cleptomanía que otra cosa. En todo este putrefacto asunto debo reconocer que uno de los pocos que ha estado a la altura ha sido Pablo Iglesias, que no ha querido entrar en la cuestión. Ha sostenido que él pedía la dimisión de Cifuentes por el caso Lezo y por la movida del puñetero máster, pero que en lo del vídeo se callaba porque “no se puede destrozar a las personas”. Ya saben que Pablo no es santo de mi devoción, lo que no que quita que reconozca un gesto que le honra. Pablito, hoy me quito el sombrero y te hago una reverencia.

No ha estado tan acertado Pablo en su reacción a la sentencia de La Manada. Me chirría que pida cambios en las leyes a los cinco minutos de conocerse la sentencia cuando dijo que no había que legislar «en caliente» al hallarse el cadáver de la pobre Diana Quer. Como no soy jurista y no he visto los vídeos —ni ganas — se me hace difícil opinar. Además, aquí, para quedar bien, sólo se puede decir que La Manada son cinco hijos de puta que deben pudrirse en la cárcel. Cualquier cosa que pudiera decir medianamente discordante me supondría un chorreo monumental. Los tiparracos de la manada son unos indeseables, una pandilla de gilipollas, eso está claro. Lo que sucede es que la gilipollez no se puede juzgar, no habría sitio en las cárceles para tanto reo. Comprendo la indignación, yo también creo que el asunto es una violación, pero se nos ha ido de las manos. El carroñeo político azul, rojo, naranja, verde o morado no respeta nada. Las hordas de descerebrados sembradores de odio en las redes sociales son epidemia. Sólo les recuerdo una cosa: por fortuna vivimos en un sistema garantista, para lo bueno y para lo malo. Me da ganas de vomitar que después de la mierda de ETA ahora volvamos a tener víctimas de izquierdas y víctimas de derechas.

Los que se supone que son de izquierdas y no dan una a derechas son los del PSOE.... Joder, vaya semana llevan. La secuencia viene a ser la siguiente: el PSIB se emputa con Rajoy porque hace de gallego y no suelta prenda con el descuento del 75 por ciento; el presi dice que si los socialistas no le votan los Presupuestos Generales del Estado la cosa se para; los del PSIB le intentan hacer la envolvente y se salen por peteneras al pedir que en lugar de ir en los presupuestos se incluya en el Régimen Especial de Baleares, que aún no está cerrado —la propuesta es una majadería, dicho sea de paso —; luego van y piden en el Senado que se incluya el 75 por ciento en los presupuestos... Esquizofrenia pura y dura. Con tanto bailar la conga en la calle se han pasado a la yenka y mañana se marcarán un chachachá.

Tampoco se aclaran los de Més per Mallorca que han presentado sus 25 enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado en una tan bonita como ridícula rueda de prensa. Las enmiendas son puro camelo porque no tienen ni un puñetero diputado en el Congreso. Le han mendigado a los valencianos de Compromís que le muevan la película en los madriles. Si eso, entre bocata de calamares y tapa de callos, los valencianetes les harán el favor.

Ahora bien, llegamos al plato fuerte... Nada de lo acontecido esta semana puede eclipsar al único, inimitable, mayestático ser superior, Nel Martí, peazo diputado de Més per Menorca. De su mente visionaria salió aquello del «federalismo balear», cosa fina, mandanga de la buena, grifa de primera. Tan buena era que hasta Francina Armengol, que al final no le compró el pisito a su novio jardinero, le pilló la mercancía del «federalismo balear» al precog de Nel Martí. Nel ha estado sembrado, diciendo y repitiendo que la Unidad Militar de Emergencias, la UME, «no hace falta» y que nos la quieren encasquetar en las Islas por aquello de militarizarnos y «meternos miedo». Nel Martí es un tipo duro, si se produce un terremoto en Menorca, él achanta a las placas tectónicas con sólo mirarlas. Sería capaz de apagar un incendio forestal con su aliento gélido como el de Superman. Y si llega la rissaga, él imita a Moisés y abre las aguas. Y si llegara una horda de zombis forasteros, les pide el B2 y los devuelve a Albacete. Nel Martí es la puta hostia, es capaz de todo. Normal que así diga que la UME sobra. Algunos de los de siempre no han tardado en volver a comprarle la droja, y eso que es una chorrada del calibre de ir al hospital porque te duele la tripa y cuando te sacan un pepino del culo decir que a lo mejor te has tragado una semilla. Tanta tontería viene a llamarse en fino inglés cucumber effect.

Esta vez al bueno de Nel se le han torcido las cosas. Como decía el simpático Manquiña en Airbag, «aquí va a haber hondonadas de hostias». Y le han caído por todos lados. No las voy a repetir porque esto se acabaría la semana que viene y porque me parecería una crueldad... Bueno, una sí. Nel Martí se ha llevado lo que suele conocerse como una patada en toda la boca. No hace falta ser Poirot para entender que Martí busca que cale la idea de «los militares son fachas y españoles y no los queremos aquí porque somos catalanes de las Islas». Luego van los militronchos, que son muy cabezones, y no tienen mejor idea que movilizar al Ejército del Aire y colaborar con el equipo sanitario de Son Espases para evacuar a un niño de catorce meses a Madrid. Seguro que algún meapilas pensará que lo han hecho para joder a Nel Martí. Ya lo he dicho otras veces: qué mili les falta a algunos.

Zapatero hizo dos cosas bien: crear la conferencia de presidentes autonómicos y la UME. Por desgracia la primera ha funcionado de puta pena mientras que la segunda ha ido como un tiro. Ahora podría hablarles de lo bueno que ha hecho Rajoy... Uf, a ver que piense... Esa es otra historia.


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