OPINIÓN

Falsear el currículum

José A. García Bustos | Sábado 21 de abril de 2018

Estos días, y no solo por el caso Cifuentes, se está hablando mucho de políticos que han falseado sus currículums mediante la invención de títulos. Es el arma arrojadiza del momento. Luis Roldán fue el más escandaloso y, según parece, sentó cátedra.

A nivel nacional están de actualidad multitud de nombres de uno u otro partido político con “inexactitudes” en su historial académico. Hasta la gerencia del IME de Palma se ve salpicada por este tema. El asunto está de moda pero solo ha dimitido uno de los involucrados. Y es de Podemos.

Un currículum es la carta de presentación de un candidato a un puesto de trabajo. Es el argumentario de venta de por qué la empresa reclutadora debería seleccionar a uno y no a otro de los entrevistados. Siempre he pensado que todos tenemos algo de vendedores. Los que hayan perfeccionado la técnica de venta tienen más posibilidades de llevarse el gato al agua en cualquiera de los ámbitos en los que compita.

Una entrevista de trabajo es el momento álgido de venta de uno mismo como profesional.

Una conversación en una cafetería o en un despacho es el momento clave para vender una idea de negocio. Han oído bien, en las cafeterías es donde más se detectan oportunidades de negocio y donde se cierran un gran número de acuerdos. Un argumento de venta exitoso en un pub o discoteca es clave para conseguir el éxito. Es decir, llevarse el gato al agua. Se trata de resaltar sobre el resto de candidatos o candidatas que abundan la fauna nocturna requiere destreza. El elevator pitch es el discurso de venta concentrado en tres minutos. Se trata de convencer, en lo que dura que un ascensor llege s su destino, al receptor del mensaje para invertir en la idea que le expone el emisor. En todos los ámbitos, somos lo que vendemos sobre nosotros y nuestras circunstancias.

La realidad se puede maquillar, adornar, estirar y, si me apuran, ocultar parte de ella. Todo dentro de unos límites no muy holgados. Por ejemplo, si no se tiene un título de inglés se puede decir que de manera autodidacta se ha intentado mejorar el conocimiento del idioma. Si se ha estado una temporada desempleado se puede argumentar que se empleó el tiempo para reflexionar y trabajar en el desarrollo personal. Pero lo que nunca se debe hacer es falsear o inventar. No se debe inventar que se tiene un título de inglés o se ha trabajado en un empleo cuando no es cierto.

La mentira tiene corto recorrido y los reclutadores están preparados para detectarla. El lenguaje no verbal puede traicionar al mentiroso. Inventarse títulos puede tener efectos legales basados, por ejemplo, en la transgresión de la buena fe contractual, el fomento del intrusismo profesional o en la falsedad documental. Pero lo más grave es que muestra una carencia de valores que, más allá de la titulación, no son deseados por ningún reclutador.

Victor Kuppers, famoso coach motivacional dice en una conocida charla que circula por la red que el Valor (V) de una persona depende de su Conocimiento (C), de su Habilidad (H) y de su Actitud (A). Dice que la C suma, la H suma y la A multiplica. Lo sintetiza como sigue: V = (C + H) * A

Afirma que las personas fantásticas tienen una forma de ser fantástica y las personas de mierda tienen una forma de ser de mierda (sic). Sigue diciendo que valoramos a los jefes que hemos tenido y los recordamos, no por los títulos sino por su manera de ser (Actitud). Esta afirmación viene como anillo al dedo para el tema que tratamos.

Modestamente, yo añadiría a su fórmula un coeficiente multiplicador: la V’ de Valores. Una persona vale lo que valen sus valores. Quien falsea un currículum para conseguir un puesto de trabajo está dejando translucir una inmensa falta de valores éticos. Sobre todo la falta de honestidad que, junto a la lealtad son, a mi entender, valores clave para decantarse para contratar a alguien.

La honestidad se demuestra cuando se indica en el currículum que falta el trabajo de fin de carrera para obtener la titulación. O cuando se dice que se tiene casi acabado un Máster porque aún falta el TFM (Trabajo de Fin de Máster). Dice mucho más a favor de una persona el hecho de reconocer que se estuvo a punto de conseguir el título que el argumentar, mintiendo, que ya se ha obtenido. Porque quien ha engañado para entrar en la empresa o en la Administración hace de la mentira su modus vivendi y seguirá mintiendo una vez dentro. Quien es capaz de mentir sobre uno mismo es capaz de hacerlo sobre cualquier cosa.

Los que hemos hecho un Máster, en mi caso de de 9 meses de duración valorado en mil horas, sabemos el ingente esfuerzo que implica dedicar tiempo presencial y en casa, muchas veces a costa de horas de sueño y, por supuesto de ocio, para la obtención de un título. Frivolizar con la obtención de Másteres, como se está haciendo estos días, va en contra de la mayoría de alumnos que se han esforzado y han hecho las cosas bien. La titulitis mal entendida conlleva a que las personalidades frágiles inventen datos y perjudiquen a los honrados y honestos.

Eso no hace más que desprestigiar el diploma que, de por sí no vale nada más que los Conocimientos y Habilidades que aporta. La Actitud y los Valores de quienes mienten restan en la fórmula y dan como resultado un Valor negativo de la persona. Y ya se sabe, hay que huir de la gente tóxica y negativa. Vade retro.


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