OPINIÓN

La semilla del futuro

Vicente Enguídanos | Viernes 13 de abril de 2018

Mientras cae una granizada a mediados de abril y sigue lloviendo en Mallorca, la gerente del Fondo Monetario Internacional amenaza con negros nubarrones en la economía mundial, si la guerra comercial desatada por el proteccionismo yanqui sigue horadando la recuperación económica y la confianza en el mañana. Tampoco es baladí el riesgo de una escalada de tensión internacional en Siria, con Estados Unidos y la Federación Rusa de protagonistas, en un duelo populista al que le sobra testosterona y cuyas consecuencias son todavía enigmáticas.

Alepo, la que fue la ciudad más populosa de la República Árabe Siria, cerca de la frontera con Turquía, ha sido el escenario más cruento de una guerra civil que ha supuesto la pérdida de más de 12.000 vidas, la mayoría civiles. La devastación no solo alcanzó a las más de un millar de fábricas que han sido saqueadas, sino también al banco de semillas (ICARDA) que se encontraba en la capital económica del país y que albergaba las variedades de las zonas más áridas del mundo. El conflicto hizo que el almacén quedara totalmente destruido y ahora, ya recuperado su contenido, desde donde permaneció a salvo en Noruega, se ha redistribuido en su mayoría por Marruecos y Líbano, para su preservación.

Esta actuación, que ha pasado absolutamente desapercibida en medio de la desolación bélica, es un soplo de esperanza y una gran expresión de la magna contribución de un proyecto internacional, que celebra estos días su décimo aniversario: la Bóveda Mundial de las Semillas. Si lo peor que le podía pasar a la Tierra en caso de hecatombe, tsunami o guerra era perder las plantas comestibles, la base de la alimentación, era preciso construir un “Arca de Noé” que evitara su desaparición. El sitio debía ser recóndito, reuniendo una serie de características singulares, al margen de seísmos y con unas temperaturas muy frías, pero sostenibles. El archipiélago de Svalbard, en el Círculo Polar Ártico, fue el elegido para albergar más de un millón de especies de plantas distintas, procedentes de un centenar de instituciones y llegadas desde todos los rincones del planeta.

En contraposición a la confrontación que arrasa cultivos y campesinos, la Bóveda Global de Svalbard es el resultado del esfuerzo colaborativo de casi todos los países de la Tierra, de interés para el conjunto de la humanidad. Un almacén de esperanza y fuente de inspiración para todos, que se contrapone a la amenaza del aislacionismo, del nacionalismo excluyente e insolidario que pone en peligro los recursos naturales y un futuro en paz.


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