Sebastià Salas | Martes 13 de marzo de 2018
¿Se acuerdan de la última vez que pagaron un café con tarjeta de crédito? Muy posiblemente su respuesta sea nunca. Tal vez no se lo han planteado. O tal vez, les han denegado dicha posibilidad en algún establecimiento. A mediados de febrero, el periódico británico ‘The Guardian’ publicaba un interesante artículo titulado: “Cashing out? Why notes and coins may become a thing of the past in Sweden” (¿Cobrar? Porqué los billetes y monedas pueden convertirse en una cosa del pasado en Suecia). En dicho artículo, se avanzaba que Suecia va camino de ser un país sin efectivo de aquí a 2020. Asimismo, el Banco Central Sueco alertaba de posibles contratiempos si el país nórdico seguía esta senda.
Entre los contras esgrimidos por la máxima autoridad bancaria, se encuentran el segmento de población no digitalizado, principalmente gente de edad avanzada. En segundo lugar, los posibles hurtos o pirateos relacionados con el uso de las nuevas tecnologías. Así como el hipotético efecto que la escasez de liquidez pueda tener sobre el consumo.
La digitalización, así como la implantación de las nuevas tecnologías ha traído progreso y avances a nuestra sociedad en una dirección, la de facilitar la vida de los ciudadanos. Así pues, la mejor manera de analizar la idoneidad de la implantación del pago con tarjetas es ver si con ello podemos añadir facilidades a la sociedad. Es cierto que hay una parte de la población que no dispone de dispositivos móviles o que carece de los conocimientos para usarlos. Y no es menos cierto que en España existe un cierto temor –infundado a mi entender– sobre el pago con móviles o con tarjetas de crédito. Pero si analizamos la evolución de los comportamientos sociales, en pocos años, hemos tenido una feroz implantación y un uso prolongado de dichos terminales. Así pues, no sería de extrañar que
próximamente lleguemos a la plena digitalización de la sociedad. Respecto a los pirateos, solo recordar la constante labor que realizan las entidades bancarias para generar plataformas de pago seguras. Y, por último, numerosos estudios demuestran que con tarjetas de crédito/débito el consumo se dispara y crece a mayor ritmo que el pago con efectivo.
Finalmente, dos argumentos a modo de conclusión. Olvidar si has cogido dinero suficiente para pagar el desayuno, la caña o la carrera del taxi. Al mismo tiempo que tienes mayor control de lo gastado y mejores registros en la plataforma bancaria digital. Y como no, como medio para reducir el 30% de economía sumergida existente en nuestra sociedad. Los pagos bancarios generan un seguimiento que facilitaría la labor de hacienda y reduciría el dinero negro. Por lo tanto, aumentaría la recaudación fiscal, hecho que podríamos destinar a nuevas partidas sociales.
Las ventajas evidentes superan a los posibles riesgos y nos deberían hacer reflexionar sobre ello. Así pues, la próxima vez que vayas a una cafería, pide pagar un café de 80 céntimos con tarjeta de crédito. Esperemos que el único inconveniente que encuentres sean los 80 céntimos y no el medio de pago.
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