IBIZA

¡Viva la Constitución!

José Luis Mateo | Jueves 07 de diciembre de 2017

Hemos celebrado el trigésimo noveno aniversario de nuestra Carta Magna. La Constitución Española de 1978 ha cumplido un año más y, por qué no decirlo, es ya toda una veterana. Pasa el tiempo para todos…hasta para estos 169 artículos que durante todos estos años han dibujado el imprescindible marco regulador sobre el que construir la democracia de la que todos venimos disfrutando con total naturalidad. No puede negarse que, especialmente para los nacidos en los momentos del cambio y sus hijos, tenemos la sensación de que todo ha permanecido siempre igual y la Constitución siempre ha estado ahí, inmutable, aguantándolo todo, soportando el paso del tiempo estoicamente, sin demasiados sobresaltos. Pero no nos equivoquemos. Por mucho que intentemos afirmar lo contrario, seguimos siendo una joven democracia y nos queda un largo camino por recorrer y, salta a la vista, mucho por aprender.

Lo ocurrido en los últimos años debe preocuparnos pues, en gran medida, todo comienza a complicarse y a tomar unas dimensiones hasta ahora nunca sospechadas cuando da la sensación de que desconocemos lo que a todos nos ha traído hasta aquí. Sinceramente, solo el desconocimiento de lo que significó alcanzar el acuerdo programático sobre el que se construyó nuestra Constitución, puede explicar el desprecio y las faltas de respeto de que es objeto un texto que tanta relevancia ha tenido a la hora de hacer de éste, un gran país. No hace tanto tiempo, era impensable que pudiéramos formar parte de un proyecto común fuerte y supranacional como la Unión Europea; resultaba ridículo imaginar que íbamos a ser capaces de discutir el liderazgo turístico mundial a potencias como Estado Unidos o Francia; o parecía un sueño pensar que fuéramos capaces de ocupar un destacado lugar en todo lo relacionado con las energías renovables, infraestructuras o tecnología aeronáutica.

Pues bien, convendría tener en cuenta que eso se ha logrado en el marco ofrecido por esos 169 artículos a los que debemos, ante todo, mucho respeto. Nuestra Constitución es mucho más que el artículo 155. Nuestra Constitución es reconocimiento de que la soberanía pertenece a todos los españoles; es convencimiento de que el principio de legalidad resulta esencial para construir un país en el que todos juguemos con las mismas normas del juego; es la afirmación de que todos tenemos todo un conjunto de derechos y libertades bajo la salvaguarda de los tribunales de justicia; y también, por mucho que se discuta, es la confirmación de que se reconocen singularidades y particularidades de los distintos territorios que conforman la realidad de nuestro Estado de Derecho.

Pero como he dicho nada más empezar con estas líneas, los años no pasan en balde y sobre nuestra Constitución pesa también el inexorable transcurso del tiempo. Por supuesto que nuestro país ha cambiado, ha evolucionado y, por supuesto que las normas básicas que han de regir nuestra convivencia en sociedad, deben poder adaptarse a estos nuevos tiempos y a las nuevas formas de ver el mundo desde una España europea, global, mundial, de todos y para todos. Pero eso sí, las cosas deben hacerse desde la calma, desde la reflexión, desde el debate y desde la negociación de máximas sobre las que edificar un proyecto que nos haga a todos más fuertes y mejores ciudadanos. Todo lo demás, atenta contra lo logrado desde 1978, porque pretende alcanzarse al margen de las normas que todos nos dimos y nos obligamos a cumplir. Mal que nos pese, nos falta madurez democrática y nos sobran ganas de cambiar las cosas a cualquier precio. Y debemos tener mucho cuidado, porque alcanzar el equilibrio es siempre muy complicado, todo lo contrario que romperlo.

Pero recordemos que estamos de celebración y que merece la pena brindar por nuestra Constitución de 1978, por todo lo que nos ha dado y por lo que nos ha de dar. Y basta echar un vistazo al párrafo primero de su primer artículo para comprobar que tan mal no se han hecho las cosas: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Brindo por ello.


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