Hoy es uno de esos días en los que me siento especialmente afortunado por el hecho de tener la oportunidad de poder dar mi humilde opinión y ofrecer mi particular punto de vista sobre los temas que la rabiosa actualidad sitúa frente a nosotros, en la mayor parte de las ocasiones, a velocidad de vértigo.
Pero esta vez no quiero hablar de los largamente esperados pactos que presumiblemente habrían de asegurar o, al menos, garantizar, una mínima gobernabilidad de nuestro país; ni de si las elecciones suponen el mejor remedio ante tan rocambolesco intercambio de pretenciosas exigencias de cara a la galería al que estamos asistiendo; ni de las tensiones entre los distintos integrantes del pacto de gobierno en nuestras Illes Balears. Hoy simplemente, quiero felicitar al maravilloso equipo de un centro hospitalario de nuestra Comunidad Autónoma. Me voy a referir al Hospital Quirón Palmaplanas.
Cuando la vida nos sitúa en una de esas situaciones que nadie desea y que tiene que ver con un problema de salud de alguien muy cercano, se activan todas las alertas, ordenas rápidamente tu escala de valores si es que durante algún tiempo andabas despistado y habías confundido lo que realmente vale la pena en esta vida y, por si fuera poco, vuelves a repetirte hasta la saciedad lo importante que es exprimir cada segundo al máximo, dando lo mejor de ti a todos los que te rodean.
Por suerte, hasta la fecha no había tenido que acudir a un centro de salud más que de forma puntual, pero sí que es cierto que de un modo u otro he tenido muy buenas experiencias en todos y cada uno de los hospitales y puntos de atención, públicos y privados, que he visitado. Por tanto, vaya por delante que no es mi intención ni criticar ni poner en tela de juicio nuestro sistema sanitario sino más bien todo lo contrario: quiero valorar de manera muy positiva un concreto centro hospitalario ante un muy específico caso que nos ha cambiado la vida a todos.
Así las cosas, y para empezar, solo tengo palabras de agradecimiento para Carmen Planas, la heredera de un proyecto familiar ahora mucho más ambicioso que sigue pensando que cada paciente es especial, que merece un trato único y una atención personalizada. De hecho, así nos hemos sentido. Creo que con eso lo digo todo. Y qué decir de su Director Médico, Federico Sbert, enorme profesional todo amabilidad. Pero esto no queda ahí. Mención especial merece el magnífico elenco de doctores del equipo de neurología que han estado y continúan estando muy atentos a la evolución del cuadro clínico y dan mucho más de lo que podíamos haber imaginado. Saber que lo dejas todo en las sabias mentes de los Doctores Diego Ruiz, Juan G. Calentey y Manuel Palomar nos ha dado tranquilidad en los momentos más duros.
Gracias también al extraordinario personal de UCI, en especial a las Doctoras Isabel Cenicero y Rosa Vento. Allí nos hemos dado cuenta de lo importante que son cada una de las dosis de cada medicamento, de los procedimientos y de las curas; pero sobre todo de lo crucial que resulta el cariño con que nos hemos sentido tratados. No hemos podido estar en las mejores manos. Porque cuando fallan las fuerzas, cuando el pronóstico no es favorable, cuando las puertas se cierran en lugar de abrirse, todos necesitamos que alguien trate de explicarnos lo inexplicable. Hay momentos en que no hay respuestas, solo demasiadas preguntas. Y es en esos momentos cuando tuvimos la maravillosa sensación de sentirnos seguros, tranquilos, serenos... gracias a esta fantástica familia de profesionales con que cuentan en Quirón Palmaplanas. No quiero olvidarme de Gonzalo Médel, compañero y amigo, quien también forma parte de ese grupo humano que se preocupó en todo momento de que todo fuera bien. Y qué decir del impresionante equipo de profesionales de esa tercera planta del hospital: Vanessa, Ana, Jaime, Malena, Vicky, María del Mar, Alba...gracias...gracias de todo corazón. Mi padre y toda nuestra familia os debemos mucho y os estaremos siempre agradecidos por toda la ayuda y por el cariño recibido.
Y es que, cuando hace solo unos días abandonamos el hospital y nos percatamos de que sobre la mesa se hallaba la correspondiente encuesta de satisfacción del paciente, rápidamente me dije que con eso no era suficiente. Esas personas habían salvado a mi padre, pero también habían cuidado de mi madre y de mi familia. Por tanto, qué menos que darles las gracias en voz alta, negro sobre blanco, para que quien tenga a bien leer estas líneas sepa que contamos con extraordinarios profesionales y mejores personas con las que podemos contar...cuando nos va la vida en ello.