OPINIÓN

Doctrina Forcadell

Francisco Gilet | Miércoles 15 de noviembre de 2017

Tiempos hubo en los cuales, los independentistas levantados contra España, se rendían a las fuerzas españoles; por ejemplo, Breda en los Países Bajos, ya Orange, levantando su bandera para entregar la plaza al general Spinola. En cambio, parece que todo está cambiando en este país nuestro y en este gobierno ya no sé si nuestro. Ahora los independentistas también se rinden, pero con otro sentido. Ahora se auto abaten, se desdicen de sus supuestos principios independentistas ante una merced de la judicatura. Parece que la judicatura está asumiendo que la confesión del delito ya no implica condena, sino perdón. Al más puro estilo católico, se diría. Por un lado se anuncia que un Tribunal está dispuesto a revocar resoluciones de jueces con los cuales dice no comulgar. Por otro, los rebeldes, sediciones, malversadores, junto con los instigadores de un referéndum ilegal con desacato al T.C., pueden verse libres con solamente decir que “acatan la ley”. Simple muy simple gesto, unas escasas palabras, y la puerta de la libertad se abrirá para esos hombres y mujeres que tuvieron el mal gusto de “bromear” con la ley fundamental; violentar la Constitución Española y el Estatuto catalán; malversar no se sabe cuántos millones de euros; provocar el gasto que implica el desplazamiento de miles de guardia civiles y policías nacionales; incitar la salida de más de dos mil empresas, amén de rasgar en dos una Comunidad Autónoma, llamada Cataluña. Y más que cabría añadir, pero el fin siempre sería el mismo; derrocar el orden constitucional y producir la segregación de un territorio menospreciando la soberanía de todo el pueblo español.

Y a Soto del Real y demás centros, Junqueras y compañía fueron destinados por una resolución justificada en la ley y motivada en la gravedad de los hechos. Una resolución reafirmada ante los recursos interpuestos por los afectados. Sin embargo, a escasa distancia, otro juez, otro Tribunal, a una investigada que “fue parte medular y principal”, e impulsora del golpe de Estado desde la ANC, se le concede el beneficio de prestar una segunda declaración y en ella, movida por el pánico y dando pasos atrás, asume que todo fue simbólico, que nada iba en serio, ni tan siquiera la firma de los setenta y tanto diputados autonómicos de un documento fijando el nacimiento de la República Independiente de Cataluña, con la asistencia gritona de cientos de alcaldes llamados a divertirse, vara en ristre, con la “broma”. Ý así, una vez más, un Juez, con su decisión, y la presidenta del Parlament catalán prometiendo no pecar más, nos hicieron recordar la frase de Ain Rand “La fuerza y la mente son opuestos. La moralidad termina donde empieza la pistola”, o sea, los principios de la Sra. Forcadell y compañeros de Mesa, decaen, se evaporan ante la posibilidad de tener que visitar Estremera.

Y, estos días, desde el TC se anuncia que tienen prevista la libertad para los golpistas que, sin recato alguno, durante su prisión han continuado animando a las corrientes independentistas a proseguir con su senda de confrontación, de lucha por la independencia, de esfuerzo por liberarse de las fauces del Estado opresor. Para ellos, se anuncia que la puerta se les abrirá siguiendo la “doctrina Forcadell”. Así pues, y como diría Pablo Neruda, “el fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan”. El “gran ladrón”, no ha aceptado su derrocamiento como vicepresidente, ni tampoco los otros como consellers, sino que han proseguido en su deriva, sin cambio ni modificación alguna. Se rebelan contra la Constitución, cometen desacato al T.C., luego desprecian el art. 155 y las decisiones legales del Gobierno; se consideran imbuidos de sus cargos gubernamentales, como si nada hubiese sucedido, y, de repente, a un Juez se le ocurre que los investigados por unos delitos muy graves, los más graves para un Estado, no pueden ser objeto de una resolución de prisión incondicional sino de otra más suave. O sea, por lo hecho, por lo promovido, por lo dilapidado, por lo desprestigiado, por lo violentado, por el golpe de Estado — con la resolución motivada de una Juez, con la anuencia de toda la Fiscalía del país —, se considerará, se dice, que no es ese el modo con que ha venido actuando el T.S., o sea, que no hay precedente, excepto el de Companys o el de Franco, naturalemente. Y como no lo hay, un simple acatamiento del art. 155 y un “no lo volveré a hacer”, serán suficiente. Por la puerta saldrán Junqueras y todos los suyos, con la uve de victoria, recibidos por todos los independentistas y sus confluencias con las esteladas. Y mientras ellos vayan saliendo, por la ventana huirá la Justicia. Al mismo tiempo, un halo de ridículo invadirá a todo español de bien que se apercibirá una vez más que el humo de la política ha penetrado y se pasea libremente por los pasillos de la Justicia.

Y todavía algunos políticos seguirán porfiando en que, los españoles de bien, creamos en sus promesas, en sus confidencias, en sus anunciados principios, en sus presuntos valores, en sus proclamas de libertad y seguridad. Al mismo tiempo, se preguntarán en quién pueden encomendarse para que defienda sus principios, sus valores, su seguridad, su libertad, sus ahorros, sus impuestos, asombrados por los Junqueras, los Romueva, los Forn, cuando, en el momento de tomar posesión de sus nuevos cargos, acaten la Constitución y el Estatuto catalán, aunque sobre ellos pese una acusación de incumplimiento, precisamente, de un anterior acatamiento. Serán los efectos colaterales de la inadmisible doctrina Forcadell.