Joan Ferrer, concejal de Palma por el PSIB y responsable del área municipal de movilidad, anunciaba la semana pasada una batería de medidas que, según este 'experto' en los problemas del tráfico rodado -diplomado en turismo y licenciado en historia del arte, para más señas-, habría que adoptar para acabar con el libertinaje de las motocicletas en nuestra ciudad.
Tres fueron las propuestas que el regidor anunció que su área iba a estudiar a fondo: La primera, que las motos pagasen por aparcar en zonas ORA, la segunda, que se restringiera su circulación en zonas ACIRE, y la tercera, que se les impidiera circular por el carril bus, como vienen haciendo desde 2009.
Al principio, pensé que se trataba de una broma, una noticia del Mundotoday, o algo así. Pero no, Ferrer hablaba completamente en serio.
El estropicio en las redes sociales fue de tal magnitud que al día siguiente Antoni Noguera hubo de descalificarlo públicamente -si Ferrer tuviera dignidad, se hubiera ido a casa-, afirmando que mientras él fuera alcalde -es decir, hasta 2019- las motos no pagarían por aparcar. De las demás medidas, Noguera no habló.
Lo curioso es que la autorización para que las motos circulen por el carril bus, además de no haber causado ni un solo siniestro grave y de contribuir a hacer más fluido el tráfico de la ciudad, fue una medida que estableció el consistorio socialista de Aina Calvo, importándola de Madrid, donde se había adoptado tres años antes. Otras ciudades se han ido sumando a esta inteligente medida que, por lo visto, tanto molesta al concejal, pese a que alivia la enorme congestión de las Avenidas.
Lo de las zonas ACIRE es otra soberana memez, porque los problemas de molestia y saturación del tráfico rodado en Palma no las provocan las motos, sino los coches y, sobre todo, la falta de alternativas de transporte público eficientes que desincentiven el uso del automóvil privado.
En realidad, la primera movilidad que debiera procurar Cort es la de las neuronas de sus regidores, que como ideólogos deben ser unos linces, pero que cuando se trata de gestionar no son capaces de poner en marcha ni una sola medida efectiva. Porque de ideología va todo esto, aunque les cueste creerlo. El Sr. Ferrer busca que circular por Palma sea un caos aún mayor de lo que resulta actualmente -y es ciertamente difícil-, con el noble fin de que los palmesanos, hartos de ciscarse en el tráfico de la ciudad y de las cotidianas subidas de tensión al volante, se amansen, sean convenientemente domesticados y vayan a trabajar o a buscar los niños al cole en bicicleta (en tándem, si son familia numerosa).
De mejorar las líneas de bus, de recuperar el tranvía, de construir aparcamientos disuasorios para los vehículos de alquiler, de insistir para que el Consell acabe de una puñetera vez el segundo cinturón, o incluso de estudiar nuevas líneas de metro -anathema est-, nada de nada. Estos profesionales de la oposición política, criaturas de partido que nunca han dado un palo al agua y que jamás pensaron que nadie les otorgase la más mínima responsabilidad, se divierten pensando el modo de jodernos a todos.
Palma es una de las capitales más moteras de España y, gracias a ello, nuestra ciudad no sufre un colapso aun mayor. Sin embargo, las motos, que además contaminan infinitamente menos que los grandes automóviles de hoy en día, son maltratadas sistemáticamente por el Ayuntamiento porque su impuesto de circulación es de menor importe y porque no pagan por aparcar en zonas ORA. La izquierda municipal solo tiene un norte: Recaudar más impuestos para poder seguir haciendo ideología y colocando amiguetes.
Al regidor de Movilidad no le importa si la ciudad está llena de baches o si hay un enorme déficit de plazas de aparcamiento para motos. Como su inefable colega de Medio Ambiente, lo que le interesa es domesticarnos.