Alejandro Vidal | Jueves 24 de agosto de 2017
La experiencia es algo más que un grado, si bien es uno de los valores que la sociedad actual, descreída y mercantilizada, ha borrado de su diccionario. De no ser así nadie hubiera puesto el grito en el cielo por el hecho de que el dueño del Ibiza, descabalgado del Valencia, Amadeo Salvo cesara al entrenador del equipo, David Porras, tras la primera jornada de liga. En el año 1979, hace la friolera de casi cuatro décadas, Miquel Contestí destituyó a Quetglas, al que apodaban “es moix”, unos días antes de empezar la competición de tercera división. El Mallorca, hundido económicamente en la miseria, competía en la categoría con rivales de la mayor de las Baleares, además de Menorca e Ibiza. No había empezado la liga y Antonio Oviedo debutó en el banquillo mallorquinista con una derrota en Sa Pobla, aunque aquella temporada conseguiría ascender a Segunda B. Lo de las Pitiusas no es ningún record.
Contestí había aterrizado en el 78 y logró atajar las numerosas deudas contraídas por los anteriores gestores aplicando una verdadera economía de guerra. Juntó como pudo a un grupo de futbolistas, algunos peninsulares que cumplían en Palma el servicio militar y contrató a Enrique Agustí, un técnico que, además de no cobrar, residía en Manacor y se desplazaba diariamente a la capital sin pasar siquiera gastos de gasolina. Su posterior renuncia desembocaría en la situación descrita.
Para los amantes de las cosas raras, de las que este club ha sido santo y seña, Miquel Dalmau despidió a Serra Ferrer a falta de una jornada por disputar y confió a Jaume Bauçá. hoy alejado de los banquillos, la disputa de una promoción de ascenso a Primera que perdió ante el Albacete. De la historia también deberíamos aprender, aunque para ello primero hay que conocerla y.......sentirla.
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