DEPORTES

Tras el descenso, el Mallorca se enfrenta a un oscuro porvenir económico y social

Imagen del día en que se formalizó la venta del RCD Mallorca. En la foto: Molango, Sarver y Claassen

Deudas y altos compromisos económicos y laborales

Alejandro Vidal | Lunes 05 de junio de 2017
El descenso del Mallorca no se puede medir solo por sus consecuencias deportivas, puesto que alcanza a su realidad económica y descomposición social. No olvidemos que se trata de una sociedad anónima en quiebra, inmersa en un concurso de acreedores y sometida a un proceso de liquidación en caso del menor incumplimiento ante sus acreedores, uno de los cuales, el más importante, es la Agencia Tributaria.

También tiene efectos su salida del fútbol profesional, puesto que tendrá que someterse a una normativa diferente, al margen de que el Mallorca B paga el pato del fracaso del primer equipo y se hunde en el corazón de la tercera división balear, un pozo del que extraer promesas resulta muy complicado en aras de su desigualdad competitiva frente a equipos de la Península.

El presupuesto de gastos, que en la temporada que finaliza ha rondado los 11 millones de euros, se verá reducido a la mitad en el mejor de los casos, pero aunque ingrese una compensación que gira en torno al millón y medio, es ineludible el pago de unos 9 antes de diciembre del año en curso en virtud del convenio de pago en vigor. A ello hay que añadir la necesidad de abonar la totalidad de los contratos de los futbolistas que en caso contrario podrían denunciar el impago ante la AFE y obligar a la Federación Española a excluir al equipo de sus competiciones.

Sin tener en cuenta a los profesionales del balón, la plantilla de trabajadores supera en mucho el medio centenar, necesarios para el mantenimiento de la Ciudad Deportiva, con cuatro campos de césped natural y uno artificial, la Fundación y el propio multiusos de Son Moix, cuyos dispendios superan los cien mil euros anuales, salarios aparte.

En el plano estrictamente deportivo, el reglamento de la nueva categoría permite una plantilla de 22 jugadores, de los cuales seis han de ser menores de 23 años; un problema menor si tenemos en cuenta la imperiosa urgencia de eliminar más que reducir, las partidas más importantes del debe.

Si, como aseguran, los accionistas americanos mantienen sus títulos de propiedad, se verán abocados a una ampliación de capital para afrontar todo lo que se les viene encima, sin olvidar la fractura social que desembocará en un menor número abonados y taquillas en un estadio con un número excesivo de plazas y la pérdida de ingresos por derechos de televisión salvo un improbable, por difícil, acuerdo con IB3.

Lo temido, aunque seguramente inevitable, es la convocatoria de un ERE para aligerar el cupo de empleados en cantidades importantes y que afectaría a todas las áreas del club. Ante tan oscuro porvenir no deja de llamar la atención que quienes han causado tan enorme y evidente caos, se mantengan en sus puestos. Una preocupación más.

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