Emilio Arteaga | Martes 09 de mayo de 2017
La victoria de Macron en las elecciones presidenciales francesas es, sin duda una buena noticia para Europa, no solo porque impide el acceso de Marine Le Pen y su ideología neofascista xenófoba, antieuro y anti-unión europea a la jefatura del estado francés, sino también porque es un europeísta convencido que siempre ha dicho que quiere una Francia fuerte en una Europa protectora y, simbólicamente, ha querido que en su fiesta de celebración de la victoria electoral sonara el himno europeo además del francés.
La victoria de Macron en Francia, el resultado muy inferior al previsto de Wilders en Holanda y la victoria en las presidenciales austríacas del candidato progresista, van der Wellen, frente al populista neonazi Hofer, son tres resultados electorales consecutivos en países de la UE que han supuesto un frenazo al supuesto auge imparable de los populismos de extrema derecha en la unión, pero es también indiscutible que el hecho de que los candidatos ultraderechistas y xenófobos hayan llegado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Austria y Francia, o quedado segundos en las generales en Holanda, era impensable hasta hace muy pocos años.
De hecho, tanto en Austria como en Francia ninguno de los dos partidos tradicionales dominantes desde la Segunda Guerra Mundial, conservadores y socialistas, ha llegado a la segunda vuelta, lo que es algo inédito y demuestra la profunda crisis de credibilidad que padecen esas formaciones políticas y, sobre todo, sus líderes y que se extiende a la propia UE y sus instituciones.
La crisis económica ha dejado a demasiadas personas en condiciones precarias y ha deprimido a zonas enteras en muchos países y ello ha generado decepción, desconfianza y rabia hacia los políticos que han gobernado durante todos estos años y hacia las instituciones europeas, que son percibidos conjuntamente como agentes ejecutores de las políticas globalizadoras, lo que ha llevado a muchos ciudadanos a votar a las opciones populistas xenófobas o a las nuevas formaciones de izquierda alternativa.
El resultado de estas elecciones francesas es un ejemplo paradigmático. Macron ha ganado con más del 90 % de los votos en París y más del 80 % en casi todas las grandes ciudades y también en el centro y oeste del país. En todas las zonas deprimidas, en cambio, el noreste y todo el sur mediterráneo, Le Pen ha conseguido la mayoría de sus votos, en total diez millones y medio. Además la abstención ha sido del 25 %, muy alta para ser Francia y ha habido un número inusitadamente alto de votos en blanco. Esto es, muchos franceses no han querido votar ni a Macron ni a Le Pen y es especialmente significativo el número de votos de la izquierda alternativa de Melenchon en la primera vuelta, cuyos votantes, parece claro, no han votado a ninguno de los dos candidatos.
Macron y la Unión Europea deberán tener muy presentes estos resultados. Si en los próximos cinco años, periodo de mandato de Macron, no mejoran sustancialmente las condiciones de vida de los perjudicados por la crisis, las próximas elecciones presidenciales francesas podrían ser entre el Front National y el movimiento de la Francia Insumisa de Mélenchon. Ganare quien ganare, significaría el fin del proyecto de la Unión Europea.
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