Jaime Orfila | Sábado 18 de marzo de 2017
La seguridad del wifi disminuye a medida que aumenta la separación entre los dispositivos conectados. Parece ser que distancias superiores a 100 metros aumentan de forma exponencial el riesgo de ser interferidos.
La incertidumbre se dispara si la red se instala sin tener en consideración sus características de seguridad. De hecho, en este caso, se convierten en redes abiertas, vulnerables a los intentos de acceso por parte de terceras personas.
En este mismo sentido, la distancia deteriora la calidad de la señal. El estándar está diseñado para la conexión de ordenadores cercanos a la red por la que operan.
El acceso no autorizado a un dispositivo wifi es muy peligroso. Permite la utilización de la conexión y el control de la información que se transmite. Incluida la información personal y la contraseña.
En otro orden de cosas, la influencia de los efectos del wifi sobre la salud de las personas es poco conocida. Se dispone de poca evidencia científica para establecer recomendaciones generales.
Tan poca, que un avezado facultativo del Hospital de Guadalajara emitió un informe en el que afirmaba que un paciente suyo, ingeniero de telecomunicaciones, estaba afectado por una hipersensibilidad electromagnética a los dispositivos del hospital.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid no tuvo otro remedio que concederle la incapacidad permanente total para su profesión habitual por “alergia al wifi”. La debilidad científica de la afirmación es tal que también se puede interpretar como que el ingeniero en cuestión sacó la lotería. A partir de aquí se establecen dos nuevos peligros. El primero que cunda el pánico; el segundo, que se propague el ejemplo.
Noticias relacionadas