OPINIÓN

Comienza el baile

Emilio Arteaga | Martes 31 de enero de 2017
Los primeros días de la presidencia de Donald Trump están confirmando los peores augurios que nos había venido anunciando en su campaña electoral. Ha empezado creando un conflicto con Méjico, a cuentas de su decisión de levantar un muro a todo lo largo de la frontera común y su pretensión, sostenida cabezonamente, de que sea el propio país mejicano quien pague su construcción. De momento ha conseguido un grave incidente diplomático con su homólogo el presidente Peña Nieto, que ha suspendido la visita que tenía prevista a Washington y sus insinuaciones de como piensa conseguir su objetivo de hacer pagar a los mejicanos, aplicando aranceles a sus productos para su exportación a Estados Unidos, supondrían la ruptura del tratado de libre comercio con Canadá y el propio Méjico, el NAFTA.

Tampoco sería el primer tratado que rompiere. Ya una de sus primeras decisiones ejecutivas ha sido retirar a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, en el que participaban además de los tres países norteamericanos, Perú y Chile de Sudamérica y Australia, Nueva Zelanda, Japón, Singapur, Malasia, Vietnam y Brunei de la zona asiático-oceánica, lo que en la práctica implica la desaparición del mismo.

También ha llevado a cabo su promesa-amenaza de impedir la entrada a Estados Unidos a los ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana, Irak, Irán, Libia, Siria, Somalia, Sudán y Yemen, provocando un tremenda injusticia contra aquellos que buscan refugio y una nueva escalada de la tensión con Irán, que pone en peligro la distensión lograda con el acuerdo de control nuclear y levantamiento de las sanciones firmado hace pocas semanas. Claro que también dijo en campaña que dicho acuerdo era nefasto, en sintonía con la posición del actual gobierno ultraderechista israelí de Benjamín Netanyahu.

Asímismo, ha iniciado el desmantelamiento del llamado Obamacare, el programa implementado por el presidente Obama que ha proporcionado asistencia sanitaria unos veinte millones de ciudadanos y ha anunciado que con carácter inmediato propondrá a la persona elegida para cubrir la vacante del tribunal supremo estadounidense, que será sin duda de talante ultraconservador y conseguir así decantar el actual empate entre progresistas y conservadores hacia estos últimos.

Pero, por fortuna, también le han surgido las primeras resistencias del sistema de contrapesos democráticos que los padres fundadores establecieron para la democracia estadounidense. Una juez de Nueva York, Ann Donnelly, es justo dejar constancia pública de su nombre, ha sido la primera en dictar una orden para contrarrestar la detención de ciudadanos de los antecitados países musulmanes en los aeropuertos y la denegación de que tuvieran asistencia legal, a la que han seguido decisiones similares por parte de más de una quincena de jueces y fiscales.

Si Trump persiste en sus decisiones, y no parece que, de momento, tenga la más mínima intención de ceder ni un ápice, la actuación de abogados, fiscales y jueces, así como la de alcaldes y gobiernos municipales y la de los gobernadores, cámaras legislativas y tribunales supremos de los estados, será determinante en la resistencia de la sociedad estadounidense al tsunami ultraconservador, xenófobo, racista e insolidario que está desencadenando desde la presidencia, mientras el partido republicano, que tiene mayoría en ambas cámaras del congreso, decide hasta donde le deja llegar y a partir de donde empieza a ponerle barreras.

Y los gobiernos de los países hasta ahora aliados de Estados Unidos deberán adoptar posturas firmes en defensa del derecho internacional y de los tan reiteradamente aludidos valores de nuestra civilización y los ciudadanos tendremos que hacer saber a nuestros gobernantes cual es nuestra postura frente a la amenaza a la convivencia y a la decencia que representan muchas de las políticas de la actual administración estadounidense, como ya han hecho en el Reino Unido, donde han registrado un millón de firmas solicitando que se cancele la visita de Donald Trump a la Gran Bretaña.

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