En honor a la rigurosa verdad, las bajas del Mallorca para su desplazamiento a Reus con el que se abre la segunda vuelta del campeonato no son ocho, sino tres. Ansotegui es suplente, igual que Dalmau, Culio ha aportado poco pese a ser titular inamovible, la ausencia de Company no se puede calificar de sensible y nadie se acuerda de Oriol; en todo caso pudieran notarse las de Raillo, Campabadal y Brandon. Eso es todo. El peso de cada uno de ellos en el equipo se podrá valorar ante una de las revelaciones de la liga aunque, como vamos a ver, tampoco es para tanto.
Los de Natxo González, que el año pasado jugaban en Segunda B, empezaron muy fuertes y, dada su condición de recién ascendidos, sorprendieron desde un principio, entre sus víctimas el propio Mallorca de Fernando Vázquez. Pero sus números como local, son parejos, pues comparten los mismos puntos como locales, dieciséis, con algunos matices en relación a empates o derrotas, pero incluso con las mismas victorias, cuatro. Han sido los resultados en campo ajenos los que han marcado las diferencias entre unos y otros, pero seguro que ni un solo mallorquinista cambiaría la plantilla de la que dispone Olaizola, lesiones y sanciones incluidas, con la de sus anfitriones.
Conscientes de sus limitaciones, los rojinegros han mostrado un desequilibrio muy frecuente en el fútbol, encajan muy pocos goles, pero tampoco marcan muchos. En su característica más fuerte, la defensa, se encierra su punto débil, el ataque. Ya se sabe, si te tapas la cabeza se descubren los pies y viceversa.
No se puede afirmar, por lo apuntado, que los visitantes viajan en cuadro, puesto que el “cuadro” es permanente en los locales desde el principio. Como es natural, todo ello se ha demostrar sobre el terreno de juego. El movimiento se evidencia andando o, en este caso, corriendo.