Alejandro Vidal | Sábado 10 de diciembre de 2016
Olaizola debutará con un partido trampa porque la penosa clasificación del Almería, sólo un punto por debajo del Mallorca, se ha gestado en su nulo rendimiento fuera de casa, es uno de los tres equipos que no ha ganado ningún partido en sus desplazamientos, ya que en su feudo ha sido derrotado en una sola ocasión y, de hecho, quince de sus dieciocho puntos los ha sumado en el estadio de los Juegos del Mediterráneo. En cierta manera su trayectoria no deja de sorprender porque su plantilla no es peor que otras e incluso algo mejorada respecto a la temporada pasada con la incorporación de Fidel, procedente del Córdoba, si bien esta semana ha perdido a Dubarbier, definitivamente uno de sus activos más señalados. También llama la atención la gran diferencia de su rendimiento defensivo ante su afición respecto al que registra en campo ajeno. Un centro del campo desequilibrado, más creativo que destructor, explicaría tal circunstancia.
Regresar del extremo oriental de Andalucía de vacío complicaría un año que las huestes insulares despedirán en territorio hostil y viajar a Soria en posiciones de descenso complicaría su deseable despegue en proporción directa al trabajo psicológico extra para el nuevo entrenador, cuyos planes estratégicos se expondrán en vísperas de una semana tal vez decisiva para el futuro del club.
La baja de Santamaría es más una contrariedad que un contratiempo. Cabrero no desentona ni mucho menos. Pero más que la portería interesa observar la disposición del resto de jugadores, su posicionamiento y el dibujo. Cada uno tiene sus propias ideas en relación a los deberes que le esperan al “Vasco”, pero debemos guardarnos de expresarlas públicamente sin disponer de la información que, lógicamente, tiene; por no entrar en valoraciones que pretenden convertir en noticia lo que no es sino un simple parecer.
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