Jorge Campos | Jueves 10 de noviembre de 2016
Tras Ronald Reagan todos los candidatos demócratas y republicanos han sido un fiel reflejo de lo que se conoce como “establishment”: Wall Street, la Administración, los grandes medios de comunicación, multinacionales, Hollywood… Mismos gustos y mismas opiniones, con algunos matices, claro. Corrección política, y grandes dosis de “buenismo”.
Todo era paz y prosperidad para esta élite instalada principalmente en las costas si no fuera por el molesto “flyover country”. La conocida, despectivamente, como América profunda. Despreciada por el progresismo mundial. La América que nos venden de tipos atrasados con ideas retrógradas y obsoletas; pero que paga impuestos, compra mercancías, vota, y está desesperada por una situación sociopolítico-económica que le afecta directamente. Una desesperación que, vistos los resultados, ¡oh sorpresa!, también está presente en aquellos Estados “cultos”, “modernos”, y con mucho “consenso”, socialdemócrata, claro. Porque si el consenso no es socialdemócrata no es consenso, ya saben.
Haya sido quien haya sido el presidente se ha avanzado en la deslocalización de las empresas, y hacia la sustitución demográfica por medio de una inmigración ilegal de millones de personas a los que ambos partidos eran partidarios de premiar con la residencia y, posteriormente, la nacionalidad.
Muchas ciudades que vivían de una pequeña o gran fábrica han visto cómo liquidaban la empresa para llevársela a México o a la India, dejando a gran parte de la población en la calle. Tampoco encuentran empleo con sueldos parecidos “a los de antes” para formar o mantener una familia, porque los inmigrantes ilegales, lógicamente, han abaratado los salarios. Cientos de miles de inmigrantes ilegales que traspasan la frontera. A ver qué país aguanta esto. Y cuando los directamente afectados protestan en este sentido son rápidamente acallados con acusaciones de racismo.
Si a todo esto le añadimos los últimos 8 años nefastos de gobierno Obama en los que el intervencionismo del Estado y su presión fiscal han ido en aumento, en un país donde las libertades están por encima de todo, podemos empezar a entender cómo es posible que Donald Trump haya ganado con la oposición de destacadas personalidades de todos los sectores, partidos políticos y medios de comunicación. Por ejemplo, en España, todos los partidos políticos con representación parlamentaria, sin excepción, han mostrado su rechazo a Trump, así como todos los medios de comunicación mayoritarios.
Pero, ¿cómo ha conseguido ganar con el poderoso “establishment” en contra?
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son carísimas. Para financiarlas, hay que acudir a donantes. Los donantes, grandes empresas, entienden que sus donaciones tienen como contraprestación que el beneficiado gobierne a su favor. Pero Trump es un empresario de éxito que tiene dinero, el suficiente para haberse pagado la campaña electoral. A lo que hay que añadir lo que llaman “name recognition”, esto es, que el candidato sea alguien conocido. Y Trump lleva en los medios hace muchos años por asuntos financieros, empresariales, o del corazón.
Quizá sea cierto, que Trump sea el narcisista bocazas, grosero y agresivo que pintan obsesivamente los medios mayoritarios. No lo sé. Pero, la realidad es que Trump ha sido el único para representar el descontento de los norteamericanos. Un descontento que ha demostrado ser mayoritario.
¿Y ahora qué va a pasar? Esa es la gran incógnita. ¿Puede hacer todo lo que dice que va a hacer? Hay que tener en cuenta que es el presidente de un país con separación de poderes, con instituciones serias que controlan al gobierno, y también con ese “establishment” que no se lo va a poner fácil.
Lo que sí sabemos es que Donald Trump ha dado voz a unas ideas que hasta ahora no habían llegado al poder, y ahora lo han hecho, nada más y nada menos, que en la primera potencia mundial. Es más, tras esta victoria puede que algo parecido suceda en otras democracias occidentales. Al tiempo.
Noticias relacionadas