Jaume Santacana | Miércoles 02 de noviembre de 2016
Resulta ser que España ya goza de Presidente del Gobierno. El gobierno en sí todavía no existe cuando escribo estas líneas, pero todo se andará. Tras una dilatada travesía del desierto en funciones (no el desierto; el gobierno) y después de un suicidio casi colectivo de los llamados socialistas españoles y obreros, el mago estático, inmóvil, inamovible y quieto, don Mariano, ha visto pasar el cadáver por delante de su silla; pasmado él y rajado el vetusto adversario. Chapeau!, señor Rajoy Brey. Si la comunidad científica hubieran descubierto antes a este ínclito político galaico, con menos esfuerzos se hubieran conseguido muchísimos más avances. El rey de la impasibilidad. Donald Trump debería aprender.
A raíz de estos hechos, una señora, una tal Doña Rosalía Silva, ha visto publicada en la sección de “cartas a los lectores” de un conocido rotativo de la capital del Reino conservador (el rotativo, aunque el Reino también, por supuesto), una carta que remitió al mencionado periódico. Sé que no he mencionado el diario, pero es que no me da la real (ya que hablamos de reinos) gana de ofrecerle ningún tipo de publicidad al no citado panfleto. No hagan quinielas: en la capital, todos los boletines impresos cojean del mismo pie; el BOE, visto lo visto, queda un poco a la izquierda...
Pues bien, en su escrito la susodicha señora Rosalía, viene a relatar que ya era hora de que terminara tan longeva farsa política y que, a partir de ahora “podremos descansar de la política”. Lo entrecomillado va a misa. La pregunta es: ¿se puede descansar de la política? Por favor, doña Rosalía, dígame: ¿se puede descansar de respirar? Su comentario, con todos los respetos, es una memez de considerables dimensiones. Aristóteles, allá por el siglo V (AC), ya dejo dicho en su obra precisamente llamada “Política” que se trata de una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos. ¿Usted cree, en serio, señora Rosalía que se puede descansar de esta actividad tan noble como necesaria? ¿Es usted partidaria, querida señora, de la barbarie más pura y dura? Mire usted, como dicen en Madrid: ejercer el poder con la loable (o no tan loable, a veces) intención de intentar resolver los encontronazos que se producen dentro de una sociedad, de cualquier tipo de sociedad (sí, señora, también de una comunidad de vecinos o de una orquesta de trompetas) es una de las opciones más sólidas que se conocen en el mundo civilizado; lo demás es anarquía, que no seré yo quien afirme que no es otra legítima alternativa, tan digna como las demás pero que, de momento, no ha cuajado en el planeta.
De la política no se descansa nunca porque, entre otras cosas, es algo inherente al género humano. ¿Que está usted muy hastiada de este largo período de tiempo en el que la ausencia de acuerdos parlamentarios no ha dado ningún fruto? Pues mire, se trata de lo que la gente ha querido expresar con sus votos. Y le diré otra cosa: si ha llegado usted a un estado de fastidio durante la “España en funciones”, póngase cómoda y póstrese en un sofá confortable porque lo que viene a partir de ahora no la dejará descansar ni un minuto. Se tendrá que chutar una buena dosis de tila o manzanilla para resistir el embate político que ya está en ciernes.
Y, claro, piense una cosa: con un personaje pétreo como don Mariano; con unos sociatas desmembrados y más desquiciados que el Betis; con los naranjitos de Albertito y sus fobias catalanas; con el colega “coletas” besando incluso al ujier del Congresos; y el resto de la compañía ya verá usted como se volverá a cansar. ¡Tómeselo con calma!, créame.
Y si se cansa tanto que ya no puede más, atenta a Rufián, parlamentario de armas tomar y provocador nato. Con él, usted recuperará el interés por la política.
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