OPINIÓN

Donald no es un pato, es una hiena

Francesca Jaume | Lunes 24 de octubre de 2016

Si las hienas fueran humanas se llamarían Donald Trump. No lo comparo con los cerdos -a pesar de ser mi primera opción- puesto que su inteligencia los llevó a ser los jefes de la granja después de la rebelión de los animales; ni con los burros -mi segunda opción- porque son animales nobles.

Durante la presente campaña electoral, el candidato republicano se ha cubierto de gloria un día tras otro. No sólo ha insultado y vejado a numerosos colectivos, sino que ha demostrado que para él las mujeres son un mero objeto de disfrute y exhibición, incluídas sus hijas. Ha llevado a cabo una campaña basada en desatar las bajas pasiones humanas y comer la máxima carroña posible. Los inmigrantes han sido la diana principal de sus exabruptos.

De todas las miles de animaladas que ha dicho, una se lleva la palma de la mano. Según asegura Trump, sólo aceptará el resultado de las elecciones norteamericanas si él sale ganador. Demasiado nos recuerda la actitud de Nicolás Maduro después de perder los últimos comicios venezolanos.

Pues ya nos dirá qué piensa hacer si las pierde. ¿Dará un golpe de estado con militares comprados? ¿Se atrincherará delante de la Casa Blanca? ¿Amenazará con cantarnos una nana hasta ser investido presidente?

No debe ver que si es derrotado -por una mujer- no le quedará otra que meterse el rabo entre las piernas y dedicarse otra vez a hundir negocios. El problema sería que ganara las elecciones y al cabo de cuatro años perdiera la reelección. Aquí sí que no lo echarían del despacho oval ni con lejía.

Una de las principales características de la democracia es la aceptación del resultado de las votaciones sea del signo que sea, sin embargo, y al parecer, el agua oxigenada que el caraestropajo se echa por el cuero cabelludo le ha traspasado la epidermis y penetrado en el cerebro de manera que la única neurona con la que nació se ha podrido y supurado. No le podemos pedir que razone porque no hay suficiente materia gris para ello.

A las muestras de racista, xenófobo, misógino y grosero, se le ha sumado la de antidemocrático. Patético, terrible y temible. Todo a la vez, y sin complejos.

¿Qué más necesitan los estadounidenses para cerciorarse del carácter nada demócratico del magnate más hortera del mundo? No caeré en la tentación de desacreditar a sus votantes, ellos mismos vivirán el futuro que se habrán buscado.


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