Allá por la ciudad que vayas, en las líneas de metro es fácil ver a muchos artistas completamente anónimos amenizando el viaje de los usuarios del subterráneo. Pueden ser guitarristas, violinistas, pianistas... que interpretan canciones famosas de grandes autores de distintas épocas. Muchos de ellos tienen muchísimo talento, como por ejemplo Mike Yung, el cantante del metro de Nueva York que se ha hecho famoso gracias a las redes sociales.
El metro de Barcelona no es ninguna excepción. Son muchos los artistas callejeros que llegan hasta los vagones para enseñar a los viajeros su talento y ganar algunos euros por ello. Así hizo un grupo de rap latino: subió a un vagón y comenzó a rapear, improvisando cada verso. Hasta aquí, normal. Lo que vino a continuación fue lo sorprendente.
Uno de los viajeros sacó el móvil para grabar al grupo, y se encontró que, de repente, una pareja de ancianos se animó con el ritmo joven y fresco del rap, dejando sus asientos libres y poniéndose a bailar en mitad del vagón. En primera estancia, el hombre se levantó y le pidió a su mujer que le concediera ese baile. A
nte el rechazo de esta, el anciano, ni corto ni perezoso, decidió sacar a bailar a una joven que estaba enfrente. Los celos subieron por las carnes de la señora, que al ver a su marido bailar con una jovencita, saltó como un resorte hacia un joven invitándole a bailar con ella.
Gracias a esta pareja de ancianos y a los jóvenes cantantes de rap, el viaje en ese vagón de metro se hizo más ameno y rápido de lo normal. Levantaron los aplausos de la gente y aparecieron las risas. ¿Quién dijo que el rap no es para viejos? Se demuestra con este ejemplo que la edad no es la que uno cumple, sino la que tiene en espíritu: no se es viejo si se mantiene el espíritu joven.