Justo antes de ponerme a escribir me entero del cese de Luis Adiosgracias, encargado de material del Mallorca durante la tira de años, si la memoria no me falla más de treinta, tras haber alcanzado un acuerdo con el club no sin antes haber rozado la demanda laboral. Ignoro si por causa de edad, enfermedad, cansancio o rendimiento, pero me huelo que ha faltado elegancia si, como se dice, se han producido desencuentros importantes.
Ya escribí hace unos días, que en los actos y celebraciones del centenario han sobrado personalismos, auto homenajes y han faltado muchos, muchísimos, reconocimientos. Pudiera disculparse el olvido, pero no cuando se ha podido constatar la mala intención y voluntad de las omisiones. Y el despedido, igual que Jaume Pedrós por ejemplo, merece el máximo respecto, consideración y no una salida silenciosa por la puerta de atrás.
Si algún día Luis escribiera todo lo que ha visto y oído entre las paredes del Lluis Sitjar, Son Moix o Son Bibiloni, lo que ha callado de aconteceres en concentraciones y desplazamientos, lo que ha soportado de más de un energúmeno ya fuera futbolista o entrenador, más de un mallorquinista se llevaría sorpresas y otros caerían de su pedestal. Se excedió en sus obligaciones, tiró de sentimiento y organizó no pocas algarabías para celebrar los éxitos del equipo y llorar en silencio sus fracasos. Así que, sin entrar en cuestiones personales, la grandeza de una institución o empresa se demuestra en el trato que dispensa a sus empleados y, haya ocurrido lo que haya ocurrido, el Mallorca ya no es lo que era y mucho menos, noble.
Por lo que a mi respecta, jamás olvidaré una llamada que hice a Font Romeu para hacerle una entrevista a Serra Ferrer. Fue Luis quien se puso al teléfono y me indicó que el de Sa Pobla había dado orden de que no le pasaran llamadas. Ante mi insistencia terminó por ceder, pero sé que aquello le costó una bronca monumental. Si entonces no te dí las gracias, amigo, lo hago ahora por aquellos mal nacidos que nunca lo harán.