Marc González | Viernes 17 de junio de 2016
El próximo 26J el PSOE se juega mucho más que participar en el gobierno o pasar a la oposición. Puede que se esté jugando su propia pervivencia como partido estatal, pues corre el riesgo de convertirse en uno casi exclusivamente de ámbito andaluz y extremeño.
Los socialistas están nerviosos. Baste ver el despliegue de medios de propaganda electoral que están llevando a cabo estos últimos días, que contrasta con el de las demás fuerzas políticas y con su propio compromiso previo de austeridad, que han arrojado al retrete. Incumplen abiertamente incluso los acuerdos municipales a los que llegaron con las demás fuerzas en localidades de nuestras islas.
Sánchez sabe que su futuro pende de un hilo muy fino. Su partido tendrá, con toda probabilidad, que elegir entre gobernar con aquellos que pretenden fagocitarle o dejar que lo haga el centroderecha gracias a su abstención. En ambos casos, un mal negocio, aunque en este último, al menos, demostraría un cierto sentido de estado que, hasta la fecha, ha brillado por su ausencia entre nuestra clase política.
Balears no es ajena a este drama y Armengol sabe bien que entregarse a Podemos, además de conflictivo, es un lento suicidio político. Si, por el contrario, el PSOE acaba permitiendo un gobierno PP-Ciudadanos, los podemitas de las islas querrán cobrarse su venganza política, lo que supone pasar a depender de formaciones con las que la presidenta, hasta ahora, ha mantenido una pésima relación, como es el caso de C’s y no digamos del PP. Tampoco deben desdeñarse los efectos negativos de la alianza Més-Podemos, que debilita aún más a los socialistas.
El PI, en cambio, está llamado, en un futuro próximo, a desempeñar un papel decisivo, aunque resulte insuficiente.
Se acerca el día D del PSOE y sus huestes no demuestran, desde luego, entusiasmo alguno. La sombra de la división les amenaza. El último episodio, el de los sorprendentes y estrechos vínculos de Zapatero –el peor presidente de la democracia y uno de los dirigentes que más daño ha hecho a la causa socialista- con Pablo Iglesias. Mal augurio.
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