OPINIÓN

Las bases

Jaume Santacana | Miércoles 08 de junio de 2016
Hoy les quería brindar un artículo de rechupete; guapo de verdad. Me lo había currado de buten: tras una minuciosa selección de la temática sobre la que quería opinar, inicié un robusto trabajo de documentación relacionado con la materia escogida, tracé un severo plan de argumentación y una sólida argumentación para su desarrollo e incluso puse a su disposición, amables lectores potenciales, mi mejor sintaxis para darle brillantez a mi exposición; revisé, también mis viejos manuales de ortografía y de conjugación de verbos irregulares y, finalmente, me di una baño de espuma de algas para que mi concentración estuviera a la altura de las circunstancias. Iba a ser un artículo sonado; podría haber sido “El Artículo”, así, tal como suena; quizás habría obtenido con él el Pulitzer de los próximos tres o cuatro años, como mínimo: un primor de artículo, vamos.

Y pues, ustedes se preguntarán: ¿por qué no se deja de memeces y nos presenta usted esta obra magna de la literatura periodística universal? La respuesta es muy sencilla; o, más que sencilla, simple: cuando sentado, ya, enfrente de mi cariñoso teclado del no menos dócil ordenador, he caído en la cuenta de que algo faltaba, de que todo el sudor dejado en la ardua preparación no podía ser llevado a la práctica sin antes ejercer un derecho básico de todos los demócratas habidos y por haber: la consulta a las bases.

¡Ostras!, que me he dicho yo – más que nada por no decir joder, que suena más cutre-, ¿cómo se me puede haber pasado este trámite? ¿Cómo diantres iba yo a redactar el famoso articulazo sin antes, previamente, realizar una consulta a las bases, a mis bases, más concretamente. Así que, sin más delación, me he puesto manos a la obra y he consultado el dichoso texto. Las bases se me han cabreado horrores y, a parte de pegarme un chorreo de padre y muy señor mío, han acabado por denegarme su permiso para, no ya su publicación en este periódico tan digno, sino inclusive para la propia confección del artículo.

Tengo que reconocer que las bases me han dado un disgusto, aunque luego, a reflexión pasada, he llegado a la conclusión de que han hecho lo mejor para mí. Seguramente, el enfoque que yo le había dado al escrito no era lo más edificante para la sociedad. Probablemente, estaba a puntito de cometer un terrible error conmigo mismo y con los ciudadanos y ciudadanas que hubieran podido leer tal libelo. Así que gracias, bases.

Unas semanas atrás, les propuse a mis cinco nietos un viaje a Mallorca para que se pudieran socializar mejor con su abuelo y, de paso, divertirse un rato de lo lindo sin la tutela férrea de sus padres biológicos. Me dijeron que se lo querían pensar. ¡Córcholis!, que dije yo – más que nada por no decir coño, que suena más cutre-, ¿a dónde iremos a parar? Y sí, se lo pensaron y a través del portavoz de mi grupo de nietos, se me comunicó que “lo habían consultado a sus bases” y hubo una reacción contraria a las vacaciones de un abuelo y sus cinco nietos. Dijeron que eso era puro paternalismo.

Y no: en todo caso era abuelismo.

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