Jaime Orfila | Sábado 04 de junio de 2016
Vitoria-Gazteiz reunió el pasado fin de semana a los responsables de los comités de ética en investigación clínica de todo el país.
Los estudios que permiten avanzar en el conocimiento del área de la salud están sometidos a férreos controles legales y operativos. Por un lado engloba los ensayos clínicos con medicamentos, promovidos por la industria, que tienen como objetivo garantizar la seguridad y la efectividad de las nuevas moléculas antes de su aprobación y entrada en el mercado. Por otro, garantizar una amplia protección de los pacientes que se implican en estudios con nuevos productos sanitarios.
La mayoría de estudios son internacionales y multicéntricos; están amparados por normas comunitarias que deben ser supervisadas conjuntamente con los aspectos vinculados a los centros y a los profesionales locales que interactúan directamente con los enfermos. Precisan una autorización “ad hoc”.
La armonización de toda la legislación destinada a avanzar en el conocimiento de nuevos tratamientos tiene amplios espacios de incertidumbre que obliga a posicionamientos consensuados y a su actualización periódica por toda la comunidad profesional.
De Vitoria sorprende, precisamente, la capacidad que ha tenido de integrar su legado medieval con la rehabilitación y recuperación de espacios y edificios emblemáticos a un crecimiento ordenado de la ciudad al servicio de las personas. Destaca su limpieza. Sobresale su pose ajardinada. Ningún ciudadano vive a más de 300 metros de un parque, todo el centro histórico es peatonal, los discapacitados físicos pueden circular por toda la ciudad sin barreras arquitectónicas, las discapacidades visuales tienen un soporte en braille que les permite visitar la ciudad sin limitaciones.
Es razonable pensar que sus representantes han perdido poco tiempo en disputas estériles y partidistas y que los distintos gobiernos municipales han compartido objetivos.