Cuando lea este análisis, el Presidente del Congreso de los Diputados ya habrá trasladado al Rey la relación de los representantes designados por los grupos políticos, para participar en la tercera ronda de consultas que comenzará el lunes. Entonces podremos conocer si se ha alcanzado el consenso necesario para la investidura de un candidato a la Presidencia del Gobierno o si, tal como reza el art. 99.5 de la Constitución, el Jefe del Estado disuelve ambas Cámaras y el 2 de mayo se convocan nuevas elecciones generales.
Aunque Albert Rivera trate de evitar un nuevo reparto de cartas, reclamando una abnegación a la que toda la clase política ha dado la espalda, lo sucedido en estos cuatro meses de paréntesis es un síntoma de que solo la desafección obtendrá provecho de la experiencia vivida en la undécima legislatura. La bienvenida con la que se recibió la pluralidad parlamentaria salida de las urnas el 20D nos produjo una ilusión óptica, ante la necesidad de alcanzar acuerdos que permitieran la gobernabilidad, pero el espejismo se ha ido empañando a causa del tacticismo y el empecinamiento de casi todos.
Si hasta el rabo todo es toro, no puedo reclamar trofeo hasta que expire el morlaco, pero desde la tarde del 22 de enero, cuando Pablo Iglesias lanzó el primero de sus órdagos, tuve la certeza y así lo he publicado reiteradamente, que Mariano Rajoy se quedaba fuera de juego y Pedro Sánchez se había subido a la higuera o no le quedaba más remedio que seguir con el envite, hasta que el clarín de Ferraz le tocara el tercer aviso.
Teniendo en cuenta que las encuestas no anticipaban un trasvase factible entre el bloque conservador y el progresista, la cooperación entre Podemos y Unidad Popular para unos nuevos comicios pinzaba al PSOE y le colocaba contra las cuerdas. La formación morada no iba a propiciar la supervivencia de su caladero de votos, ni tenía la intención de consumirse en el desgaste de las tareas de gobierno y menos aún de la mano de un colectivo desestructurado y heterodoxo. Su único objetivo era debilitar a su próximo ideológico, como Ciudadanos al Partido Popular, para obtener el rédito suficiente con el que concurrir a una nueva cita con los votos, convirtiendo al politólogo bolivariano en el candidato mejor posicionado para dirigir la política interior y exterior, la Administración civil y militar, así como la defensa de España. Tras unas nuevas elecciones o los socialistas levantan el veto a la gran coalición o Pablo Iglesias podría repetir la fórmula portuguesa.
Se ha caminado demasiado en la dirección opuesta a la del diálogo constructivo y la falta de puentes limita tanto la esperanza de un acuerdo, siquiera en el último minuto, que un pacto agónico puede ser aún peor que la indeseada vuelta a las urnas. Zarzuela ya ha asignado las horas en las que los 14 representantes acudirán a Palacio para ser recibidos en audiencia, siguiendo el orden de menor a mayor representación democrática, por lo que apenas nos resta un fin de semana para resolver el enigma. Lo que espero es que no hagamos bueno el refrán castellano, tropezando dos veces en la misma piedra y esta pausa para la publicidad haya servido para algo.