La cuestión es saber si Maheta Molango es víctima o victimario. Ha procurado quedar bien con todos, pero hasta ahora nada le ha salido nada, ni los fichajes, ni el cambio de entrenador, ni la brillante, por su ausencia, remodelación de cargos y estructuras. Se ha aprendido cuatro respuestas aparentemente sinceras y políticamente correctas, sin pararse a tomar las medidas necesarias para reconducir el caos desarrollado durante los últimos cuatro años en los que Utz Claassen se dedicó a hundir la nave que, posteriormente, ha demostrado no saber reflotar. Con la tormenta encima, toda el agua va parar sobre el máximo ejecutivo, los truenos y relámpagos no tardarán en alcanzarle también y su única salida ante la evidente necesidad de limpieza, es que ya se verá a final de temporada.
El consejero delegado aguanta con resignación la riada que está cayendo. Puede que dentro de tres meses ya no quede nada que reformar o que, efectivamente, soportar carros y carretas esté incluido en su sueldo. Mientras se habla del escaso compromiso de la plantilla, de los fallos del entrenador y otras cortinas de humo colgadas de los eventos del centenario o actividades ajenas a la realidad de la competición, nadie mira hacia atrás con ira. Y ahí está él, atrincherado, para defender la pésima gestión de Miguel Angel Nadal, y las canonjías pendientes facturadas por Iván Campo, Gálvez, Alfonso y la corte del alemán.
Y así hasta la cuadragésimo segunda jornada del campeonato, cuya postrera clasificación se fía a la mayor desventaja de cuatro de los competidores que viajan en el furgón de cola. Luego, si todo va como deseamos, el viento se encarga de secar los lodos y barrer el polvo restante. Los cañones ensordecen, tras la tempestad viene la calma y misión cumplida: las fotos acreditarán quién fue el presidente del centenario, la propaganda recordará a aquel que dijo ser el salvador del club y una temporada borra la anterior, sea en la categoría que sea.