OPINIÓN

Gato encerrado

Vicente Enguídanos | Viernes 26 de febrero de 2016

Me resulta complicado decirles Hola sin tener que hablar de la reconciliación de Norma Duval y Matthias Kühn, pero la actualidad impone escribir sobre otros idilios, igual de mediáticos y más trascendentes.

No puedo mostrarme sorprendido porque el candidato a presidente del Gobierno haya pedido a Agustín Rivera y María Jesús Díaz la mano de su hijo, tras un fulgurante flechazo en el que Verónica Fumanal, colaboradora de Pedro Sánchez y ex asesora de Albert Rivera, debe haber jugado un papel esencial. Hasta aquí, apenas imprevistos sobre la hoja de ruta que en estas páginas ya habíamos anticipado, tras la ofertrampa presentada por Pablo Iglesias y que cambió el paso a Rajoy, antes de su audiencia con el jefe del Estado. Lo que no se comprende, si no es falsa la decencia que esgrime el secretario socialista, es por qué negocia a dos bandas sin pudor y luego rompe la baraja en mitad de la partida, cuando no ha logrado mayor apoyo que el cosechado por el Partido Popular y su presidente antes se suicidaría políticamente que le prestaría sus votos. En cuanto a Podemos y sus confluencias, que ansían una reedición electoral para auparse por encima del PSOE, con o sin la coalición con Unidad Popular, le han dado la excusa que deseaban para culpar a Ferraz del fracaso de un gobierno progresista y atizarán a la militancia del puño y la rosa para que identifique a Sánchez, con el concurso de la baronía, como un traidor al ideario de izquierdas.

El candidato in pectore no quiere quedarse solo en su órdago y debe huir hacia delante como sea, si no quiere fenecer antes de lo que la historia le pronostica. Pero el joven catalán, hijo de comerciantes, no solo ha demostrado que primero es el poder y luego las ideologías, sino que ha frustrado la esperanza liberal de encontrar unas siglas con la que seguir defendiendo sus principios, tras la orfandad a la que les ha condenado un Partido Popular acosado `por la corrupción. Los malpensantes no se conforman con un cambio de estrategia de Ciudadanos por los casos que van asaltando los informativos a diario, porque se produjeron mientras su “aliado para la regeneración” malversaba cientos de millones y no solo en Andalucía. Tampoco cuela que sea discípulo de Álvaro Figueroa, cuando afirmaba que “en política, nunca jamás es hasta mañana”, porque el Conde de Romanones se disgustaría mucho si lo supiera. La única explicación está en el canibalismo sobre los restos de un partido en crisis y la esperanza de un líder ambicioso que confía en el fracaso de su socio y el aislamiento del Presidente en funciones, para proponerse como la piedra angular de un arco, cuyos elementos programáticos no pueden ser rechazados por los constitucionalistas en una coalición de gobierno que le confiara la llave de la Moncloa.

El apretón de manos, al pie de El abrazo que pintara mi paisano Juan Genovés, es solo una batalla ganada en una guerra que está lejos de tener vencedor. Es un acuerdo cargado de sombras, que repercutirá negativamente en la estabilidad política nacional y autonómica, así como una decepción para muchos demócratas que creían que el consenso suponía un estilo y no una renuncia a todo aquello por lo que muchos han dejado sus vidas a lo largo de nuestra historia.


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