Ha tenido que ser el Tribunal Supremo (con Sentencias de febrero de 2.016), quien haya puesto fin a la gran injusticia consistente en que un banco se quedara con el dinero de los ahorradores, con la única excusa de que el asunto se encontraba pendiente de resolución en algún Juzgado de Madrid. Y pendiente, a fin de cuentas, de si Rato es o no penalmente responsable de no sé cuantos delitos.
Con esta Sentencia el Supremo ha obligado a BANKIA a devolver las cantidades indebidamente retenidas, dicho de otro modo, con esta Sentencia BANKIA tenía perdidos los millares de juicios pendientes en toda la geografía española (o catalana). Y como buen perdedor, BANKIA ha cogido la sartén por el mango y anuncia a “bombo y platillo” que a esas devoluciones les va a añadir el 1% de interés desde la fecha de adquisición, así como las costas del procedimiento (ya veremos si lo ponen fácil o no).
Pero lo anuncian como una gran acontecimiento digno de elogio, como una campaña publicitaria a su favor como si fuesen ahora de repente, salvadores de todos los ahorradores afectados.
En un segundo plano quedan las lágrimas de quienes pensaron que jamás recuperarían esos ahorros. Las de esos que ni tan siquiera pudieron permitirse el lujo de contratar a un abogado para intentar reclamarlo judicialmente. Atrás quedan los gastos generados a quienes si decidieron acudir a los tribunales y esperar, aunque fuese años, a que se resolviera el tema a su favor. Atrás queda la saturación de asuntos en los Tribunales de Justicia de todo el País, colapsando una Administración ya colapsada, con procedimientos dónde lo más evidente era la gran injusticia cometida. Atrás queda el trabajo de funcionarios, jueces, fiscales, abogados, procuradores, que nos dejamos la piel en el empeño de que la maquinaria funcione.
Todo eso queda atrás, porque ahora resulta que el gran mérito es de BANKIA, si señor ¡! Y después, aquí no ha pasado nada.