Si bien es cierto que la peor pesadilla de todo plumilla es quedarse bloqueado sin nada que contar ante el papel en blanco, no es menos cierto que es frustrante tener muchos temas sobre los que querer escribir y tener que decantarse por sólo uno. O por ninguno de ellos.
Así que hoy, día de Sant Sebastià, me quedo con ganas de dedicarle unas líneas a los tejemanejes de nuestros trileros, esos que hemos elegido en las urnas, y que siguen emperrados en corregir mediante pactos lo surgido de las urnas ya sea en el Parlament de Catalunya, en el Senado o en el Congreso. Que hay que tener mucha jeta para retorcer los reglamentos y voluntades de los votantes hasta el espanto con tal de conseguir subvenciones, despachos y hasta independencias si hace falta. Qué escándalo.
Me quedo con las ganas de dedicar unas líneas a los negocios presuntamente privados con gobiernos de dudosa tradición democrática de quienes se autoproclaman salvadores de la patria y del votante. Que sin ser ilegales por haberse utilizado –o eso parece- solo para proyectos paralelos y no para engrosar las arcas del partido, no son menos espeluznantes para alguien que presume de transparencia.
Hoy no podré tampoco dedicar estas líneas a darles mi punto de vista sobre el espectáculo circense en que se convirtió el Congreso en su sesión constituyente con una inocente criatura que no tenía que estar allí, con la charanga de mis paisanos valencianos o con el pobre ejercicio de ripios en que se convirtió el juramento o promesa del cargo de nuestros nuevos diputados, por citar algunos de los números de varietés que vimos en la Cámara Baja. Todo vale con tal de conseguir la atención de los medios. Una risa.
Tengo que morderme la lengua para no dedicar este espacio a expresar el asco que me provoca ver como un diputado electo presuntamente corrupto y presuntamente vinculado al cobro mordidas toma posesión de su escaño sin tener la dignidad necesaria para renunciar al mismo.
Me quedo con las ganas de alertarles sobre los avisos que estamos recibiendo de los mercados ante la inestabilidad política en este país. Que ni la cosa catalana ni la previsible convocatoria de nueva selecciones generales gusta a nadie. El dinero es cobarde, eso lo sabemos. Y las agencias de rating, muy mala gente. Que la deuda catalana ya está calificada como bono basura con perspectiva negativa, que se dice rápido y sale muy caro.
Así pues hoy me quedo con las ganas de escribir sobre política, economía o nada que se le parezca.
Llegados a este punto de mi columna semanal y agotando ya mi espacio, me permitiré dar un quiebro y me sumaré al relajo que en estos días se respira aquí, en la capital balear, para disfrutar plácidamente de la festividad de Sant Sebastià. Pero como uno tiene siempre ganas de provocar les lanzo una pregunta al respecto: ¿No sería conveniente, ahora que se ha abierto por Cort la caja de Pandora de las consultas populares el preguntar a la ciudadanía si los conciertos de Sant Sebastià los prefieren en enero, con el riesgo que supone de que queden deslucidos por la lluvia y el frio –como ha ocurrido los últimos años-, o prefieren trasladarlos a la primavera donde podrían ser disfrutados mejor por los palmesanos, mallorquines y también por los turistas? ¿No tendría sentido desplazar esta actividad festiva para convertirla en el puente que tire del turismo en Palma entre la Semana Santa y el inicio de la temporada? ¿No sería mejor disfrutar de música en directo en manga corta y no abrigados hasta las orejas? ¿No sería mejor para la economía palmesana el fijar los conciertos en fin de semana para que toda Mallorca pudiera venir a Ciutat a disfrutar?
¿Qué opina usted, querido lector? Ahí lo dejo. ;